Revista Historia
Corría la primavera de 1945, los nazis habían perdido todas sus opciones y las tropas rusas se encontraban a pocos kilómetros de Berlín. Adolf Hitler se encontraba refugiado en la Cancillería del Reich, en uno de sus búnkers, desde el mes de enero. Desde allí Hitler negaba la evidencia de su derrota sin paliativos y pedía la intervención de divisiones inexistentes, exigiendo a sus generales fe en una relativa victoria, al menos en la liberación de Berlín, días más tarde lo poco que quedaba del ejército nazi se había rendido. El 2 de mayo las tropas soviéticas tomaron el búnker. Cuentan que momentos antes Hitler se había suicidado junto a Eva Braun y que sus cuerpos fueron incinerados allí mismo.
Hitler negaba la realidad, una realidad que estaba ante sus ojos. En sus escasas salidas del búnker podía contemplar como Berlín desaparecía a causa de los bombardeos aéreos y hasta podía oír el ruido de los blindados soviéticos avanzando sin prácticamente oposición. Mientras, el resto de ocupantes del búnker huye tratando de llegar a las zonas controladas por el ejército estadounidense, lo último que quieren es caer en manos soviéticas. El nazismo dejaba de existir después de 24 años de su toma del poder en Alemania.
Después de ver ayer la comparecencia de Rajoy ante los medios de comunicación para explicar su opinión sobre la terrible derrota electoral sufrida por el Partido Popular en las recientes elecciones, no puedo por menos que recordar el comportamiento de Hitler ante la derrota. Para el dictador alemán el término derrota no formaba parte de su vocabulario, para Rajoy tampoco. Al igual que Hitler recordaba a sus generales las apoteósicas victorias conseguidas desde 1939, Rajoy nos recordaba a todos su aplastante victoria electoral de hace cuatro años, al mismo tiempo que declaraba su profunda fe en el triunfo de su partido en las próximas elecciones generales y se postulaba, ante la mirada perdida de sus "generales", para seguir liderando su particular Reichstag.
El pasado domingo no fue el ejército soviético quién venció a Rajoy, tampoco fue la guerrilla bolivariana, tampoco la cubana, tampoco el dinero iraní. Rajoy fue vencido por el pueblo español, sin fusiles, sin dinero...tan solo armado con un simple trozo de papel, con su voto. Un 75% de los españoles le dijeron NO a Rajoy y a su partido, pero él habla de victoria contundente. ¿Sabe Rajoy interpretar unos resultados electorales?. Claro que sabe, pero se agarra a un clavo inexistente, todo menos reconocer su derrota y dejar paso libre a la voluntad popular. Según él su España abstracta le necesita, se cree imprescindible olvidando que los cementerios están repletos de personas que en vida así fueron consideradas. Un nuevo caudillo hoy solo sostenido por sus leales, unos leales que mayoritariamente dejarán de serlo cuando vean que sus indecentes privilegios se acaban, y al igual que los nazis del búnker correrán a llamar a las puertas de otras formaciones para seguir medrando desde la impunidad. Lo malo para ellos es que mucho me temo que esas puertas estarán cerradas con siete llaves para todo aquel que haya participado en el festín del PP, en esa bacanal de corrupción a costa del pueblo, en la opresión de las clases trabajadoras, en la eliminación de derechos fundamentales y tantas otras cosas llevadas a cabo bajo la bandera de una recuperación que solo afecta a las clases poderosas. Una bandera con el logotipo de la mentira grabado a fuego en su centro.
Rajoy se abraza a la estabilidad, al continuismo de sus nefastas políticas, reniega del pluralismo y menosprecia la capacidad de los nuevos actores para gobernar, olvidando que no es solo estabilidad lo que España necesita, también y de forma prioritaria necesita del equilibrio. Un equilibrio justo en el ejercicio del poder y en el reparto de la riqueza, un equilibrio que Rajoy no está dispuesto a procurar, entre otras cosas a causa de que en el ADN de Rajoy no hay ni siquiera trazas de democracia, ni siquiera sabe bien lo que significa.
Nos dice, desde su particular púlpito, que su perdida de apoyos se debe a la falta de comunicación, a que no ha sabido conectar con el pueblo, a que no ha sabido explicarse. No Rajoy, no. Al pueblo español no hace falta que se le explique nada, ya tiene grabado en su piel las consecuencias de las políticas del Partido Popular y, además, hay algo que Rajoy no soporta y ese algo es dar explicaciones, como buen reyezuelo que es jamás lo ha hecho ni lo hará, seguirá mintiendo hasta que tenga pulso.
Ahora nos esperan meses de aguinaldo. Hasta que se celebren las generales el gobierno de Rajoy inundará España de nuevas promesas y aprobará decretos con nuevas limosnas para las clases desfavorecidas, hipocritamente abrirá la mano y la caja a costa del aumento de la deuda pública. El nuevo cometido de las instituciones que dependen directamente del gobierno central se centrará en el acoso y derribo de las nuevas formaciones. Se acercará al PSOE en busca de esa posible alianza contra los que quieren destruir su España, de una nueva "Cruzada" contra el comunismo y al mismo tiempo contra la democracia real, la postura del PSOE ante esta jugada sinceramente no sé con certeza cual será, pero quiero creer que sus bases, mandos y simpatizantes siguen siendo socialistas, a pesar de que Felipe Gonzalez no lo sea. Una cosa si tengo clara, si el PSOE acude a la llamada de Rajoy los verdaderos socialistas votarán con una lógica aplastante, no darán su apoyo al PSOE, votarán a las formaciones de la verdadera izquierda política, a esas que el pasado domingo sentaron las bases del fin del bipartidismo y se cargaron de un plumazo las mayorías absolutas. De una u otra forma, con "Cruzada" o sin ella, Rajoy y su banda perderán las próximas elecciones generales, claro que según ellos las habrán ganado, pero no podrán gobernar. Espero que sean capaces de digerirlo sin vomitar sobre España pasadas consignas.
Benito Sacaluga