Que una parte de las víctimas de ETA se haya vuelto contra Mariano Rajoy, al que llaman traidor y responsabilizan de la liberación de los peores terroristas, asesinos y violadores, debe ser amargo para quien por motivos parecidos estimuló las grandes manifestaciones contra Zapatero y el PSOE entre 2004 y 2012.
Esas víctimas están convencidas de que Rajoy aceptó seguir la apaciguadora “hoja de ruta” chamberlainiana pactada entre José Luis Rodríguez Zapatero y ETA para abolir la Doctrina Parot.
Creen que no actuó en los 16 países que, aparte de España, tienen jueces en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, para que se les hiciera saber que los etarras no eran víctimas del franquismo, sino asesinos en una democracia consolidada.
Siempre es inevitable hablar de Franco y de los complejos de culpa que mantienen con respecto a él los demócratas de derechas, que para demostrar que no son sus herederos necesitan mostrarse tan progresís como Zapatero.
Así se explica su blandura con los terroristas, como en el caso de la libertad vigilada por enfermedad de Josu Bolinaga, el brutal secuestrador durante casi dos años en una cueva de Ortega Lara.
O como el “superdemocrático” envío urgentísimo a la Audiencia Nacional de la sentencia de Estrasburgo sobre la 24 veces asesina Inés del Río para que la liberaran inmediatamente.
O permitir que los etarras desarmados de Sortu sometan los símbolos y representantes del Estado a un acoso constante.
Y Rajoy en silencio, o diciendo “llueve mucho”, también ante el avance soberanista de Artur Mas, que no se sabe si es para que cueza su locura en su propia salsa, o para evitar que le llamen golpista si da un golpe en la mesa, y legal y democráticamente manda parar.
----
SALAS