Una de las grandes incognitas de la España presente es saber si Rajoy es un político decente y demócrata o se trata de otro energúmeno mediocre que, al estilo de Zapatero, ha llegado al poder para servir más a los intereses de su partido y de la oligocracia que a los ciudadanos y a la democracia.
Jose María Aznar, que fue quien lo designó "a dedo" como su heredero, parece tener esa misma duda cuando acaba de instarlo a que no defraude la confianza que los españoles han depositado en él al otorgarle una sólida mayoría absoluta en las últimas elecciones, con el mandato expreso de que saque a España de la crisis y borre las huellas del nefasto periodo de gobierno socialista.
Aznar ha recordado a Rajoy que el "gran activo" de la sociedad española actual es el profundo deseo de cambio de una mayoría de la sociedad que apoya las reformas liberalizadoras y un nuevo diseño responsable, austero y limpio del sistema político.
El miedo a que Rajoy, al entrar en contacto con el gobierno diario, debilite su impulso reformista original y se convierta en otro mediocre incapaz de emprender las reformas que España necesita está creciendo cada día, incluso dentro del Partido Popular, cuando se observvan los primeros movimientos y pautas del nuevo gobierno.
Algunos de los primeros movimientos del actual gobierno son desmoralizadores y están causando preocupación en las propias filas de los populares, que no entienden ni la subida de impuestos adoptada con extrema urgencia, ni el inesperado apoyo de Rajoy a la Tasa Tobin (impuesto a las transaciones financieras), medidas ambas más socialdemócratas que liberales y más propias de un gobierno socialista que de las promesas y postulados del PP.
Tiene razón Aznar en considerar que el mejor activo de la España actual es su deseo de cambio y su predisposición a aceptar sacrificios y esfuerzos para cambiar una política y una economía víctimas de la corrupción, la torpeza y el abuso de poder. Si Rajoy frustra esos deseos de la sociedad española, la decepción será enorme y el desgaste del Partido Popalar será acelerado e imparable.
Aunque de manera discreta y mesurada, lo que ha hecho Aznar es dar un "aviso" a Rajoy, recordándole que el mandato que ha recibido de las urnas es el de realizar reformas profundas y adoptar decisiones drásticas, con el de contemporizar con los sinvergüenzas y dejar intactas las miserias y dramas de la España actual.
Cada día son más desconcertantes y decepcionantes algunas declaraciones del gobierno de Rajoy, como las de que la reforma laboral "no abatará el despido" o las dudas expresadas por el ministro Montoro sobre el difícil cumplimiento de los compromisos sobre el déficit público.
Muchos populares y ciudadanos demócratas están desconcertados y no entienden ni la drástica subida de impuestos, claramente contraria a las promesas electorales del PP, realizada antes de afrontar otros sacrificios que afectaran a los lujos y excesos del propio Estado, ni las condecoraciones otorgadas a Zapatero y a sus ministros, cuando el pueblo quería que fueran castigados, ni la promesa absurda e innecesaria, realizada por el mimo Rajoy, de que no perseguiría ni pediría cuentas a los socialistas por sus abusos y barbaridades de su ruinoso y nefasto gobierno.
El miedo a que los rasgos "maricomplejines" se impongan en Rajoy al impulso reformador se afianza cada día más en amplias capas de la sociedad española, donde se teme que el nuevo gobierno sea incapaz de poner de rodillas a los sindicatos y a la patronal, organizaciones moralmente degradadas y tristemente acostumbradas a las subvenciones y al compadreo con el poder, o que continúe con su injusta política de hacer pagar a las clases medias y a los más débiles la gruesa factura que Zapatero y los suyos han acumulado con su despilfarro, abuso de poder, arbitrariedad y endeudamiento irresponsable y enloquecido.