Rajoy no será el nuevo hombre del tiempo. Así lo asegura un comunicado urgente de La Moncloa que desmiente las informaciones publicadas hoy por varios medios digitales en ese sentido. La nota también sale al paso de los múltiples comentarios en las redes sociales en los que se asegura que el contrato obligaría al presidente a afeitarse y ponerse lentillas para salir por las teles de plasma informando de las idas y venidas de las casquivanas isobaras. Según Moncloa, el presidente tampoco tiene entre los asuntos de su agenda política hacer tales cosas.
Algunas fuentes consultadas sospechan que la confusión puede deberse a que el presidente tiene el mismo nombre de pila que Mariano Medina, el hombre del tiempo que informaba en blanco y negro con una tiza cuando España sufría una “pertinaz sequía” y el de Ferrol inauguraba un pantano nuevo cada día y fiestas de guardar. Mis investigaciones me dicen que la causa del lío es otra. Es un hecho objetivo que Rajoy se apareció esta mañana en un estudio de radio vestido de chamán de la tribu de los hispanos. Tocando un tambor y agitando una calabaza conjuró al dios de la lluvia y, convencido de la fuerza irresistible de su magia, proclamó que tiene que llover a cántaros.
Va a entrar un pedazo de borrasca por Finisterre que va a enchumbar toda España e islas adyacentes, las presas van a rebosar y fabricar electricidad con energía hidráulica va a estar tan tirado de precio que estoy pensando poner un tiovivo en casa. Viene muy a propósito este sortilegio del gran jefe de la tribu de los hispanos en un momento en el que los indígenas y asimilados no consiguen sacar los dedos del enchufe. Desde que cambiamos las hogueras, los faroles y las velas El Elefante por los bombillos, hay que levantarse a las tres de la madrugada para poner la lavadora, cenar comida fría y caminar a tientas en cuanto cae la noche. No tomar esas precauciones puede conducir a que la factura mensual de la luz nos salga más cara que cenar en Maxim’s de París y vestirnos en Armani cada día. El anuncio de que el chaparrón que se avecina despejará cualquier veleidad tarifaria de las compañías que nos sangran la cartera para engordar las de sus directivos y accionistas, ha sido acogido con el lógico alborozo por parte de los afectados. La situación era tan apurada que en pueblos y villas se habían empezado a organizar rogativas y procesiones con el santo patrón implorando ¡agüita, agüita que la rama está sequita!.
El único que no debe estar muy contento es el joven ayudante que el Gran Chamán Rajoy designó para el negociado de calambres y tarifazos. Se llama Álvaro Nadal y para hoy mismo tenía previsto comparecer ante la asamblea de los representantes de la tribu para explicar por qué los precios de la electricidad viajan en globo ascendente y contar qué piensa hacer para que baje algún día o al menos alguna vez. Obviamente, después de que su jefe implorara esta mañana al dios de la lluvia y dijera que no es necesario hacer nada más para que descienda, el tal Nadal se podría haber ahorrado el viaje y a nosotros el dinero.
En todo caso es un daño colateral sin importancia, compensado con creces por el nublado que se avecina y que todos celebraremos bailando la danza de las cosechas a la luz de las hogueras y dando vueltas en torno al tótem del Gran Chamán. La única pena es que no quiera ser el hombre del tiempo, con lo que eso ayudaría a la tranquilidad y a la economía de los indígenas.