Por picos, palas y azadones para enterrar los muertos del enemigo, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil…
Dice la leyenda que el Gran Capitán inició así sus cuentas para Fernando el Católico en 1504, justificando irónicamente sus gastos en la guerra de Italia tras darle innumerables glorias.
Esa soberbia del héroe, que dilapidaba dinero a la vez que conquistaba territorios, permite evocar a Mariano Rajoy.
Rescatar España del pozo económico en el que la hundió Zapatero no le ha evitado una enorme caída electoral por la corrupción de muchos de sus capitanes.
Acaba de cerrarse la legislatura de Rajoy, iniciada en 2012, con menos del 21 por ciento del paro, y 2015 con gran creación de empleos: 678.200.
Pocos se fijan en ello. Sólo importan las innumerables corrupciones de los suyos, que no corresponden en general a su mandato, sino que vienen arrastradas de años anteriores y que se mantienen vivas en los medios y en nuestras mentes por la lentitud judicial de casi tres lustros.
Por la percepción de esa corrupción que tienen los medios económicos, y no porque sea así ahora mismo, Transparencia Internacional sitúa España en el número 36 de los países más o menos corruptos/honestos de una lista de 168, donde Dinamarca parece ser el más honrado.
En 2007, resaca aún de la expansiva era Aznar, el desempleo de España cayó al 7,93 por ciento, pero luego Zapatero lo aumentó hasta 2012 por encima del 21, y subiendo aceleradamente.
La inercia lo llevó al 27, empezó a caer en 2013, y más aceleradamente hasta hoy.
El Gran Capitán ha perdido el poder de antes. Se lo ha quitado el pueblo y quizás deba abandonar la guerra.
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SALAS