Éste es el hombre. Hace alarde de su seriedad, de su clarividencia, de su tranquilidad, de su transparencia, de consensuar, de no mentir a los españoles. Y la realidad le desmiente. Él solo se va desenmascarando. Eso sí, fuera de su país, allá en ese Europa cada vez más pobre y cada vez más esclava de Los Mercados.
Él se escucha y quiere que le escuchen sus amos, Los Mercados –allí es fácil sonreír y acertar, basta decir lo que quieren ellos--, por eso en España habla poco, su carácter inane le hace ahorrar esfuerzos donde le pueden criticar y pedir explicaciones. De hecho, una sólo entrevista corta y pactada ha dado desde que asumió el poder, en este país. Y en el congreso, para explicar sus medidas se valió de su vicepresidenta, mientras él se escondía de sus adversarios. Su pretensión de no quemarse puede terminar porque acabe sin confrontarse con nadie, y tener un presidente cobarde es una lacra de primera magnitud.
Y nos hemos enterado de que allí habla claro porque le han pillado con los micrófonos abiertos, y no ha tenido más remedio que explicar lo que quiere esconder. ¿O no? Quien sabe si no será una treta para echar un pulso y provocar una situación tensa con los sindicatos y ver cómo reaccionan ellos y la ciudadanía.
Sería el momento de que Rajoy se dejara de gaitas y explicara detalladamente qué va a hacer. Ahora ya sabemos algo más: teme una huelga. Por lo que deducimos que la cosa va a ser seria. Como habíamos anunciado en otras ocasiones, la reforma laboral terminará siendo la reforma deseada por los empresarios. De ahí su temor a que los sindicatos la monten. Y se está preparando.
Afirma, entre otras cosas, que lo peor está por venir. Palabras temerarias y provocadoras que dice con sonrisa de trilero, como si estuviera contento de engañarnos.
Por cierto, esas decisiones que dice que va a tomar y que no van a gustar a mucha gente, ¿cuándo piensa tomarlas? Probablemente después de las elecciones andaluzas y –ahora—asturianas. Porque esa es otra treta de trilero barato. Déjenme que gane primero y luego les engaño y les doy el disgusto.
Ya lo ha hecho con las elecciones generales, donde nada dijo de lo que iba a hacer y luego ha hecho: subir los impuestos.
Y es que este hombre que tanto habló, a veces con razón, de que Zapatero sólo tenía ocurrencias y no un plan, resulta que es el hombre-ocurrencias. En poco más de un mes, ha tomado la decisión más importante que no estaba en su programa, y por lo que parece está dispuesto a seguir por esa senda. Eso sí, cuando él quiera y sin que perjudique a su más elemental objetivo: ganar elecciones. Y es que es más fácil tener ocurrencias que tener un plan, y las ocurrencias están a la orden del día.
Por cierto, otra más, tanto hablar de que aumentar la edad de jubilación a 67 años era un error, y ahora parece que estaría dispuesto a ir más lejos, algo que tampoco está en su programa. Otra ocurrencia más.
Salud y República