El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, considera "lógica la contestación social" que han generado en España muchas de las medidas económicas tomadas por el Ejecutivo, pero defiende que estos "grandes esfuerzos y sacrificios" permitirán la salida de la crisis. "Es imposible negar que la crisis que vivimos está teniendo un impacto social tremendo. Es lógico y sintomático de la buena salud de nuestras democracias que exista una contestación social a muchas de las medidas políticas que se toman para permitir la salida de la crisis", afirma Rajoy.
Esas afirmaciones, mediante las cuales el presidente y su gobierno explican y justifican la terrible contestación y el rechazo ciudadano a su gobierno, son pura tergiversación y un intento burdo de manipulación, ya que el rechazo de los españoles no está motivado tanto por las medidas que se toman para atajar la crisis, sino por la injusticia, la agresión a la democracia y el abuso de poder que esas medidas encierran.
Millones de españoles estarían dispuestos a pagar mas impuestos, pero siempre que el gobierno hubiera adelgazado antes el Estado obeso y plagado de enchufados con carné de partido que los políticos han creado. Muchos no protestarían por los recortes si esos recortes se hubieran aplicado también a las instituciones públicas y a las políticas impopulares de gasto y abuso que despliega el gobierno, como la financiación con el dinero de los impuestos de los partidos políticos y sindicatos o la supresión de los excesos y gastos de los 17 gobiernos autonómicos, los parlamentos regionales, las diputaciones y las miles de empresas públicas inútiles que han sido creadas por la casta política únicamente para colocar a sus familiares, amigos y correligionarios.
Rajoy es un manipulador nato habituado a la mentira y al engaño, que continúa adelante con sus costumbre de mentir a los ciudadanos ocultando adrede lo que las encuestas reflejan con una claridad meridiana: el cabreo de los españoles no es por las privaciones que conlleva la crisis, sino por el abuso de poder, la arrogancia y los privilegios indignantes de una clase política que no merece premio alguno y que ignora sistemáticamente los deseos ciudadanos y las manifestaciones de la voluntad popular.
Hay pocos pueblos mas generosos y solidarios que el español, como queda demostrado con las donaciones ciudadanas a Cáritas y a otras ONGs fiables, pero los españoles rechazan con una furia especial a los mentirosos y a los falsos que engañan y manipulan. Los españoles no hemos elegido al PP y le hemos dado mayoría absoluta solo para que luchen contra la crisis, algo que están haciendo con escaso éxito, a juzgar por el desempleo y el endeudamiento que han creado, sino para que cumplan sus promesas electorales, que fueron las que nos movieron a votarlos, entre las que destacaban una lucha sin cuartel contra la corrupción y un notable adelgazamiento del Estado, promesas traicionadas por Rajoy y los suyos, que no están dispuestos a asumir que esas traiciones y falsedades son las que alimentan el rechazo ciudadano que les abruma, no los sacrificios derivados de la crisis.
Nada mas llegar al poder, Rajoy realizó la traición mas brutal y sucia a sus promesas al condecorar a Zapatero y a algunos otros esquilmadores que le acompañaron en el gobierno, en lugar de denunciarlos ante la Justicia, como había prometido. Ese surco de traiciones a las promesas es hoy una amplia autopista de connivencia con los saqueadores de España, trazada por el gobierno con ignominia, indecencia y antidemocracia.
El problema no es el sacrificio, sino la desconfianza y el rechazo al poder injusto. La desconfianza hacia los gobernantes en España es de tal calado que pagar impuestos a Hacienda se está convirtiendo en un sacrificio supremo, no por el dinero desproporcionado que hay que entregar a un Estado inútil, ineficiente e injusto, sino porque nadie se fía del destino de su dinero y no sabe si servirá para financiar servicios públicos vitales, como la sanidad y la educación, o terminará en el bolsillo de uno de los muchos mafiosos que viven al amparo del Estado y de una clase política infectada de corrupción y antidemocracia.