Revista Opinión
Acabo de levantarme de la cama y he leído el post de ayer, que dediqué casi en exclusiva a comentar "El balcón", de Genet, porque a ese pozo de sabiduría galaica que es bemsalgado no se le ocurrió otra cosa que preguntarme qué me parecía el hecho de que la entrevista entre Rajoy y el Papa, o sea, entre el futuro y seguro nuevo presidente del Gobierno de España y el Emperador de todo el catolicismo, se hubiera celebrado en una sacristía, por muy catedralicia que ésta sea.Ya lo dije allí, en aquel post, mi madre, la más santa de las mujeres que yo he conocido, quería para mí una cuota parecida de santidad y pensó, ella no podía saber que equivocadamente, que la mejor manera de conseguirlo era meterme de monaguillo de mi parroquia.De modo que, cuando bemsalgado me hablo de la sacristía de Santiago, la cosa estaba inexorablemente determinada. En las sacristías es donde no sólo se guardan todos esos ricos ropajes que los eclesiáticos utilizan en sus ceremonias sino que también son los lugares en los que ellos se enfundan dentro de tales prendas de vestir. Yo no he visto nunca nada más hermoso y refulgente que una casulla. Es como si todo el oro del mundo se hubiera reunido sobre una tela de raso o de no sé qué otro tejido digno de tal revestimiento. El efecto es realmente fascinante. Don Esteban, que era un hombre más bien feo, gordo y patizambo, se transformaba con aquellas vestimentas en una especie de Dios luminoso de tal modo que, a partir de ese momento, todo lo que decía parecía dicho por el mismo Dios. O sea que no es cierto eso de que el hábito no hace al monje, claro que lo hace, y de pies a cabeza.No son, pues, casualidades que el Papa citara, para su entrevista, al futuro presidente del Gobierno de España, en una sacristía, ni tampoco que Genet estuviera tan fascinado por el ropaje eclesiástico que eligiera como primer personaje de su alegoría en "El balcón", a un obispo que se pasa toda la obra poniéndose y quitándose bellísimas casullas, ni que tampoco yo, al mencionarme bemsalgado, la sacristía catedralicia me viera obligado a recordar la obra de este genio francés que, además, era homosexual.El problema real es comprobar si tiene algo que ver todo ese oropel que rodea al preboste del Vaticano con esa inmunidad con la que la Iglesia en España recibe mucho más que aquellos lejanísimos diezmos y primiciasEl problema que tiene este puñetero cerebro mío es que funciona a base de estas extrañas conexiones de ideas de tal modo que, así como la mera mención de la sacristía puso, ayer, en marcha el recuerdo de todos aquellos riquísimos ropajes que, en ella, se guardan y, por tanto, la memoria singularísima de la obra de Genet, ahora, la ceremonia de Rajoy, besándole la mano al Jefe de la Iglesia, me ha recordado aquella misma ceremonia de Canosa, donde el mismo Papa, los Papas son todos el mismo pues no son sino la encarnación de Dios en la Tierra, se dignó recibir al emperador de entonces, descalzo y casi desnudo, porque el jodido mandamás de aquellos tiempos se había atrevido no sólo a desobedecerle sino a enfrentársele.O sea que Zp lo tiene mucho más crudo de lo que él se imagina. Por mucho que haya echado atrás la Ley de Libertad Religiosa, por más que haya aumentado la cuantía de los diezmos y primicias, esas minucias que, todos los años, el Estado español le entrega por las buenas a la Santa Iglesia, por más que haya ido a cenar con el Nuncio, que no es sino la representación doméstica, para andar por casa, del Sumo Pontífice, no tiene nada que hacer, porque todo eso, como es evidente, no sólo resulta más bien poco, sino muy poco, si se compara con aquello que sucedió en Canosa.
Él, Zp, en lugar de desairar al Amo yéndose, sin ninguna necesidad, a engatusar un poco más a los soldados españoles que no saben qué se les ha perdido a ellos en aquellas peligrosas montañas de Afganistán, donde los rusos perdieron todas las batallas y donde también las van a perder ahora los Usa y sus aliados, tenía que haberle disputado a Rajoy, si hubiera sido preciso a garrotazo limpio como en el famoso cuadro de Goya, el supremo privilegio de acudir a la sacristía catedralicia de Santiago, a rendir el obligado homenaje al que coloca las coronas sobre las testas de los Reyes y Emperadores, y yo, de él, lo hubiera hecho totalmente descalzo y escasamente vestido, pero, como todos conocemos, este alocado muchacho no sabe nunca lo que hace realmente, de modo que se fue a Afganistán, ajeno por completo a la idea de que, así, acababa de perder definitivamente las próximas elecciones generales. Qué le vamos a hacer.De modo que, aunque en principio, no lo pareciera, ayer, cuando escribíamos tanto de "El balcón", de Genet, no hacíamos sino preparar el terreno para, hoy, terminar el asunto, escribiendo sobre lo bien que actuó Rajoy y lo mal que lo hizo Zp, que parece que está haciendo todo lo posible por salir cuanto antes de La Moncloa. Hay quien dice que es porque su mujer no ha acabado de adaptarse a la falta de calor de hogar de sus grandes salones.