Mariano Rajoy y Pedro Sánchez deberían dimitir, no sólo por haber perdido en conjunto 5,4 millones de votos respecto al resultado de las elecciones de 2011 y haber llevado a sus respectivos partidos hasta los peores resultados electorales de su historia, sino porque es evidente que los ciudadanos han querido castigarles y porque no han sabido despertar ni ilusiones ni esperanzas en una España arrodillada y angustiada por la crisis, la corrupción y la injusticia. En democracia, cuando un líder pierde el apoyo de los ciudadanos, pierde también la legitimidad y debe dimitir. ---
En cualquier país decente y democrático, habrían dimitido de manera fulminante tras sus respectivos fracasos electorales, pero en España, donde la democracia es una farsa, siguen al frente de sus partidos y declarándose "ganadores". Es más, uno y otro han expresado su intención de seguir al frente de sus partidos.
Es todo un esperpento a la altura de lo que es hoy la política española, una de las de mas baja calidad en el mundo occidental y con la clase política mas desprestigiada y despreciada por sus ciudadanos.
Rajoy y Sánchez representan a partidos que están muy cuestionados y necesitados de regeneración y de altas dosis de ética, con sus filas desanimadas porque, ante la carencia de ideas y espíritu de servicio, sólo les queda el reparto del botín de España, que cada día es mas exiguo e insuficiente.
Hubo un tiempo en que tanto el PSOE como el PP podían congregar a idealistas y personas ilusionadas con servir a los demás, pero hoy sólo reclutan a mediocres ambiciosos que quieren hacer carrera con rapidez y alcanzar sueldos y privilegios en un Estado rehén, que, por culpa de los partidos políticos, ya no es de los ciudadanos ni de España.
Pero a pesar de que es mas que evidente la necesidad de regenerar a formaciones envueltas en cientos de casos de corrupción y abuso de poder, únicamente superados por la organización terrorista ETA en el número de delitos, tanto Mariano como Pedro se empeñan en seguir adelante sin afrontar el único desafío que podría redimirles: cambiar a sus respectivos partidos como un calcetín, devolviéndoles lo que han perdido, sobre todo las ideas, la generosidad, la honradez, la decencia, el espíritu de servicio, los valores y, sobre todo, la democracia, que es la gran ausente del sistema partitocrático español que han construído esos dos partidos desde la muerte del general Franco.
Razones para dimitir tienen muchas, algunas mas importantes, incluso, que sus respectivos fracasos como líderes de sus partidos. La España que han construido el PSOE y el PP es un país poco edificante y nada admirable, infectado por la corrupción, endeudado hasta los huesos en los mercados internacionales, plagado de desempleados, con su justicia politizada y dominada, que no cumple ni uno sólo de los grandes preceptos del sistema democrático, herido por el avance de la pobreza y de la desilusión y que solo ocupa puestos de liderazgo en los rankings de lo sucio y de lo más vil: blanqueo de dinero, corrupción, desprestigio de la política, fracaso escolar, tráfico y consumo de drogas, trata de blancas, desempleo, falta de horizonte laboral para los jóvenes, impuestos abusivos, podredumbre institucional... y un largo etcétera aterrador.
Los viejos partidos que son los máximos representantes de la izquierda y la derecha en España están derrengados y a punto de perder la hegemonía a manos de líderes nuevos que llegan con el empuje, las ideas y la ilusión que a ellos les falta. Si se niegan a dimitir y se aferran a sus cargos, sin dignidad ni sentido de la democracia, pilotarán, lo quieran o no, la agonía de sus propios partidos, dentro de un doloroso y poco edificante proceso de descomposición, fracaso e histeria.
Hasta ahora pudieron embaucar a los ciudadanos administrándoles droga adormecedora y embrutecedora a través de la televisión y controlando los grandes medios de comunicación y compraron la lealtad de millones de ciudadanos escasamente pensantes a través del clientelismo, pero esos recursos, más propios de los regímenes totalitarios que de las democracias, ya no les funcionan porque los españoles han empezado a conocerles y a defenderse de sus trucos y engaños.
España es un país víctima de sus políticos, pero los españoles ya han empezado a liberarse de esa terrible lacra.