Revista Opinión
Rajoy y sus zombis. Un intento de explicar por qué defiende tanto la desigualdad.
Publicado el 01 febrero 2013 por RomanasAyer mismo, escribía yo por aquí sobre la Unión Europea, que no se sabe bien qué es, si una unión de puñeteros mercaderes o de los políticos más corruptos, que, además, es lo mismo. Porque, díganme ustedes una cosa, ¿por qué coño no nos intervienen de una puñetera vez estos jodidos europeos, a qué coño esperan, a que nos hayamos muerto todos de hambre mientras Rajoy y los suyos ya no saben qué hacer con el dinero y andan por todo el mundo con miles de millones de euros porque no saben ya donde meterlos? Es la invasión de los ladrones de cuerpos, una buena metáfora nuestra, con Rajoy como el presidente de los zombis, de manera que ya, pase lo que pase, haga lo que haga, se descubra que está vampirizando a todo el país, que les está sorbiendo la sangre a los más débiles, como hay millones de zombis, además de él, éstos seguirán apoyándole, continuarán votándole porque es el que permite, alienta, sostiene la existencia de todos esos canallescos vampiros. De modo y manera que la solución no nos puede ya venir sino desde fuera, porque desde aquí, desde dentro, está demostrado prácticamente que no, porque los jodidos dominan absolutamente los medios de comunicación y el pueblo bebe en sus sucias manos, de modo que Belén Esteban y el jodido Ronaldo es lo único que realmente preocupa a este pueblo de zombis. Y en el fondo de toda esta inmensa catástrofe se halla el dilema sangriento que Felipe González, entre otros muchos canallas , planteaba fraudulentamente: que el comunismo lo que trata es de repartir la miseria cuando se trata precisamente de lo contrario, de evitar que toda la riqueza de las naciones se concentre en unas pocas manos porque esto, como ahora estamos viendo claramente acaba por conducir al desastre. En realidad, lo que hacía Felipe es lo mismo que nos decía Rajoy pero de otra manera mucho más sibilina: Rajoy que, como vemos no tiene el mínimo pudor, proclamaba cínicamente su cruelísimo credo: “jodeos, mis queridos muchachos, que no sólo habéis nacido desiguales sino que yo voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que sigáis siéndolo”. El otro, menos perezoso, que sí que había leído a Marx pero que no acabó nunca de entenderlo, le buscó las vueltas a los principios marxistas: “gato negro, gato blanco es igual, lo importante es que cace ratones”, de este modo, al priorizar la producción sobre el consumo, absolutamente, el jodido socialista le prestaba al capitalismo puro y duro el mejor de los servicios, haciendo como que no veía que el aumento de la producción, sin el paralelo aumento del consumo, dirige la riqueza producida en un único sentido de manera que también reparte la miseria al propio tiempo que enriquece exponencialmente a los dueños del capital, que emplearán los portentosos medios que éste proporciona para favorecer que se propaguen tesis como las de Felipe que, al final, han acabado con los famosos “minijobs”, trabajando como esclavos por 400 euros al mes. El tío jodido hace como que no sabe que lo esencial es que no haya un sólo individuo, una sola persona sin techo y sin comida bajo ese inclemente cielo que tanto nos aflige. Porque la humanidad, coño, no es sino una inmensa familia y así como en ésta todos los que la constituyen tienen el mismo derecho a disfrutar de sus bienes y de pechar con sus cargas, así el universo mundo no es más que el jodido hogar de todos nosotros, y en el que todos debemos de ser iguales, no sólo para trabajar sino también para disfrutar de los productos del trabajo. De modo que es muy importante el color del gato porque, según él, distribuirá, o no, por igual los ratones que cace. En China, por ejemplo, los gatos, que, por cierto, son rojos, están cazando ahora más ratones que nadie y, en contra de lo que se empeña en afirmar la canallesca prensa occidental, están repartiendo la riqueza mucho más que en cualquier otra parte del mundo como demuestra el hecho de que el año pasado los chinos de a pie compraran ni más ni menos que 15 millones de automóviles, algo así como que la mitad de España hubiera adquirido su jodido coche, más coches, coño, que en los propios Usa, el paraíso del capitalismo. Pero ocurre que la riqueza del mundo no es de goma, es la que es, y hay que competir muy duramente para hacerse con ella y la competencia comercial es cuestión de precios y el factor esencial de los precios es el trabajo humano, la única fuente lícita del incremento de la riqueza, entonces, si tú no tienes petróleo, ni gas, ni oro, ni todos esos puñeteros materiales que constituyen la riqueza física natural de las naciones, coño, no te queda más remedio para triunfar en la terrible lucha comercial para hacerte con los mercados del mundo que explotar al máximo la única riqueza que tienes, la del trabajo. Y entonces, la prensa canallesca, la nuestra, habla de la jodida esclavitud, tratando de tapar que ahora resulta que yo me compré, en uno de esos jodidos bazares chinos, un reloj magnífico, bueno y bonito y tan barato que nunca más volveré a comprar otro en ningún otro sitio, porque yo no soy multimillonario sino un jodido jubilado que tiene que mirar 2 o 3 veces el jodido euro antes de gastárselo, o sea, que los chinos acabarán por hacerse aquí también, que no sólo en China, los dueños del cotarro que es precisamente de lo que se trata. ¿O no? Y cuando sean los nuevos dueños del mundo, o sea, los nuevos norteamericanos, harán lo que hicieron, hacen y harán éstos, imponer su economía a todos, de manera que ganarán en todas las transacciones y negocios que se realicen porque la moneda común será ya entonces, la suya. Fin.