Los daños que han causado a España son tan profundos que los españoles deberíamos echarnos a las calles para exigir que personajes tan nefastos como Zapatero y Rajoy se retiren plenamente de la vida política y se escondan en sus ámbitos privados. Su presencia en los telediarios nos denigra a todos y nos recuerdan la miserable clase política que soportamos. Mariano Rajoy ha salido de su escondite para pedir a Ciudadanos que apoye a Sánchez para que consiga una "mayoría sólida" y no sea necesario que se apoye en los independentistas para gobernar. Él y Zapatero deberían mantenerse en silencio y alejados de los focos. Su simple presencia en los medios nos hace recordar la vileza de la política española y el pobre balance de los falsos demócratas, desde la muerte de Franco. La actuación de Zapatero en Venezuela, donde es un apoyo vergonzante del régimen asesino y fracasado de Maduro, su papel de traidor a España ante la ETA y la responsabilidad de Rajoy en la llegada al poder de Pedro Sánchez y el inicio de su política de demolición de España son pecados lo bastante graves como para que ambos se escondan y nos dejen en paz. El PP, aplastado por la herencia de Rajoy, camina directo hacia su tumba, incapaz de reaccionar. Ha perdido la confianza de muchos de sus votantes, que ya no se identifican con el partido y huyen hacia Ciudadanos, VOX, la abstención o el desencanto, pero sus dirigentes, incapaces de aplicar la única medicina que puede salvarlo, lo están conduciendo hacia la tumba, con arrogancia y torpeza. Por su parte, el PSOE, castrado por la herencia de Zapatero y por las alianzas antiespañolas de Pedro Sánchez, se ha convertido en un partido errático y antiespañol, amigo de lo más desleal y sucio del país, capaz de pactar con la morralla con tal de gobernar. ---
Ambos partidos saben que la única terapia que puede salvarlos es la refundación, pero nadie es capaz de practicarla. Quieren convencer a los españoles que refundar es cambiar algunos rostros y prioridades, ignorando que la única refundación creíble comienza por reconocer los errores cometidos y sigue con pedir perdón y practicar en el partido una purga de caballo, que arroje fuera toda la porquería acumulada, incluyendo a los dirigentes que tuvieron algo que ver con el lamentable y nauseabundo pasado.
La última fechoría descubierta de Zapatero es repugnante: actuó como chivato de ETA, avisando a los terroristas de que se preparaba contra ellos una redada, toda una vileza que delitos incluidos más que posibles.
A Rajoy se les deben reprochar fechorías terribles, desde su convivencia con la corrupción a su pasividad maliciosa ante la llegada al poder de Pedro Sánchez, incluyendo la prostitucion ideológica del PP, al que convirtió en un partido adicto a la socialdemocracia.
Las fechorías de Rajoy las está pagando cruelmente el PP, que ya ha desaparecido casi en Cataluña y el País Vasco y pronto, si no lo remedian con terapias agresivas y medicinas de caballo, desaparecerá en el resto de España o se convertirán en un partido lastimoso, débil, agonizante y en una reliquia viviente.
No ha ocurrido así todavía con el PSOE, cuyas agresiones y suciedades contra España están todavía impunes, no tanto por méritos del partido como por la inmensa torpeza de sus adversarios, que se suicidan políticamente con sus reiterados errores.
De todos los pecados del PP, el que más ha dolido a sus votantes y simpatizante no es la corrupción, a pesar de que era brutal, ni la aplicación afeminada del artículo 155 en Cataluña, ni la cobardía general de su gobierno, ni el incumplimiento de sus promesas, sino el haber malversado y desaprovechado aquella mayoría absoluta que el pueblo le regaló a Mariano Rajoy para que cambiara España y borrara las mugrientas huellas dejadas por Zapatero. Pero el registrador gallego, arrogante, despectivo y acobardado, no hizo nada con ella y ni siquiera se atrevió a luchar contra la corrupción, a bajar los impuestos o a eliminar leyes tan injustas y dañinas como la de Memoria Histórica y las de género, que aplastaban al varón y endiosaban el feminismo radical.
El PSOE debería condecorar a Rojoy porque sus increíbles errores le dieron vida cuando agonizaba, víctima de las locuras y estupideces de Zapatero. Sánchez no existiría en política si Rajoy, en lugar de un inepto cobarde hubiera sido un estadista lúcido.
Durante el mandato de Rajoy el PP dejó de ser la derecha que España necesitaba y frustró a millones de sus votantes, que huyeron a otros partidos o a la abstención. Hoy es un partido inseguro, que no sabe que camino tomar y que oscila entre la derecha, que es su sitio natural, y el centro. Pero la curación del PP no dependen ya de los espacios políticos que ocupe o invada, sino de la capacidad de regenerarse que demuestre, única vía para renacer y recuperar el favor de un electorado que les odia por haber asesinado al partido y llevado en volandas, hasta la Moncloa, al peligroso Pedro Sánchez y a su socialismo caduco y derrotado.
Ahora, en manos de Pablo Casado, un joven brillante pero demasiado débil para reconstruir la fortaleza podrida de la vieja derecha española, el PP ofrece una imagen penosa de partido perdedor en agonía, de conglomerado confundido y vacilante, incapaz de ofrecer al ciudadano la confianza, la esperanza y la fuerza que España necesita para plantar cara al viejo socialismo caducado que encabeza el ambicioso y peligroso Pedro Sánchez, reforzado por sus despreciables hordas de totalitarios, proetarras, nacionalistas y golpistas.
Francisco Rubiales