Muy cerca del cayado del Danubio, en el lado occidental, están los montes Pilis, donde se pueden hacer bastantes excursiones, sobre todo ahora que llega el otoño. Si el otro día recomendaba una ruta por el giro o cayado del Danubio, hoy quería escribir de otro camino no menos interesante: Rám-szakadék, o la ruta de las cascadas.
Comienza en el pueblo de Dömös, en la orilla occidental del Danubio, al que se llega siguiendo la carretera que sale desde Budapest hacia el norte, y pasa por Szentendre y Visegrád. Nada más llegar a Dömös, si miramos a la otra orilla veremos los montes del recorrido del que escribí la otra vez, incluso se puede apreciar la cueva. Debajo, junto al río, pasan las vías del tren, las cuales recorren las rutas internacionales que parten desde Keleti hacia Bratislava, Praga o Berlín, entre otras.
Vistas del giro del Danubio desde el embarcadero de Dömös.
Para ir a Dömös en transporte público hay que tomar un autobús que sale desde la estación desde Újpest-Városkapu (al final del metro 3, al norte, penúltima parada). Es la línea 880, que termina en Esztergom, en un viaje algo largo, ya que va parando en todos los pueblos (con varias paradas en cada uno). Podéis consultar los horarios en volanbusz.hu
Hay que bajarse nada más entrar a Dömös, creo recordar que es la parada del embarcadero (hajóállomás), porque el camino sale desde aquí. Antes, merece la pena acercarse a la orilla del río y disfrutar de las vistas de la primera foto.
Sin adentrarnos mucho en el pueblo, tomamos la calle Királykúti, que se adentra entre los montes Pilis por un valle, y junto al río que nos ofrece los pequeños saltos de agua característicos de esta ruta. La peculiaridad es que algunos tramo se hacen dentro del propio lecho del río, y algunas cascadas se ascienden por unas escaleras construidas junto a la caída de agua. Dejaremos la casitas del pueblo para dentrarnos en plena naturaleza. Enseguida llegamos a una pequeña iglesia de madera (Szentfa kápolna), construida en medio del bosque, para continuar ascendiendo cada vez más. Desde este punto, en la iglesia, parte otra ruta que sube al mirador de Prédikálószék, que tiene unas vistas espectaculares del Danubio y los montes nada envidiables al Julianos kilátó de la anterior excursión, sin embargo es recomendable venir otro día para subir aquí, pues realizar la ruta de las cascadas y subir al Prédikálószék el mismo día me parece excesivo.
Calle Királykút, en Dömös, desde la cual parte la ruta a Rám-szakadék.
Está perfectamente indicada con carteles, pese a todo, no está de más llevarse la ruta descargada en el móvil, por si acaso.
Ir por el lecho del río es bastante agradable, en las zonas más complejas (en realidad ninguna tiene mucha dificultad) hay una barandilla de acero clavada en la roca a la cual agarrarse, y, como dije, la parte más espectacular son las escaleras que suben junto a las pequeñas cascadas, también de acero y clavadas en la roca. Al final hay un pequeño puente de madera y llegamos arriba, a un merendero con mesas y bancos de maderas perfecta para reponer fuerzas con un bocadillo. Desde aquí se puede volver dando una pequeña vuelta por Lukács-árok, que es otro camino del mismo estilo que baja de nuevo a Dömös (entre semana se puede bajar también por donde hemos venido, pero los fines de semana, cuando la ruta está más concurrida, en teoría se debe hacer el recorrido circular para no montar colas en las escaleras cuando se juntan grupos de subida y bajada a la vez, pero mucha gente no lo sabe y hace lo que le viene en gana, en cualquier caso no hay nadie controlando).
Lo ideal es que el río lleve agua (si no las cascadas quedan muy descafeinadas), aunque tampoco mucha para no terminar empapados. No conviene ir después de una época lluviosa, pero tampoco tras una época seca. Lo mejor es elegir una semana en la que haya llovido algún día. Llevar botas de montaña o calzado de deporte y estar preparados para pisar algo de barro. Para los más alocados queda la época invernal, con nieve y las cascadas congeladas, pero me parece bastante peligroso y desaconsejable.
Una barandilla siempre acompaña a las partes más difíciles.
Escalera junto a una de las cascadas del recorrido.
Otra cascada.
El día que yo estuve, decidimos seguir adelante en lugar de volver a Dömös y subir a una de las cumbres más famosas de Hungría, Dobogókő, que está bastante cerca y a la cual se llega subiendo un camino entre árboles que dan una sombra agradable. La verdad es que Dobogókő me decepcionó un poco, tiene mucha fama, pero no es más que un mirador (que además queda ya lejos del Danubio) y un gran parking en su cumbre (obviamente de pago, como todos los de Hungría), para aquellos que quieren subir hasta aquí en coche. Hay un par de bares y otro par de restaurantes bastante cutres y más bien caros. Vamos, una turistada. Pero el caso es que el sitio tiene una fama inmerecida dentro de Hungría, probablemente por albergar una pequeña pista de esquí relativamente popular en invierno. Sin embargo, la ruta de las cascadas es muy bonita y recomendable. Y Dobogókő, pues no está mal para echarle un vistazo, pero después de haber visto las cascadas, no es nada del otro mundo.
Camino para subir a Dobogókő desde el merendero.
Mirador de Dobogókő, con el Danubio haciendo su giro.
Para volver, tomamos un autobús (el 860) que sube cada hora, más o menos hasta el parking de Dobogókő, y que va hasta Pómaz (cerca de Szentendre), donde hay parada de HÉV (tren cercanías que va a Budapest). Pomáz no tiene mucho encanto, la verdad, es más bien una localidad dormitorio cercana a Budapest, si os acercáis no está de más echar un vistazo al palacio Teleki. Frente a la parada del HÉV hay una deliciosa pastelería, Maroti Cukrászda, perfecta para esperar el tren con un buen café y un trozo de alguna de las deliciosas tartas que preparan. Esta vez me decanté por una cheesecake. Mucha gente entraba a pedir helados, no los probé pero tenían buena pinta también.
Palacio Teleki de Pómaz.
Pastelería Maroti, un must de Pómaz.