Motivos de sospecha.
Pre-Textos. Valencia, 2021.
Mato un pez cada vez
que ahora escribo un poema.
Fue en mitad del verano.
El estanque era el mundo y yo, aunque niño,
la ambición más voraz.
No había pecio mayor que aquellos peces
de colores, ajenos
en su lumbre a ese turbio acecho de mis ojos.
Una piedra en la mano, como ahora el bolígrafo,
era mi arma en la tarde.
Me quedaba aguardando a que algún pez cruzase
justo bajo mi acierto. Así aprendí
la constancia que exige la belleza.
La codicia hace, a veces, que la muerte
saque brillo a la escama,
lumbre a este rito de la posesión.
Por eso cada vez que ahora escribo un poema
mato un pez y lo cobro
rendido en su fulgor, terriblemente mío.
Con ese poema se abre Motivos de sospecha, Premio Juan Gil-Albert, de José Antonio Ramírez Lozano, que publica Pre-Textos.
Como en muchos de sus libros, aparece también en su pórtico un poema que resume la relación del poeta con el mundo y con la palabra, su vinculación con la creación poética y su percepción del tiempo.
Si Rilke decía que el poeta es un cazador de voces, el poeta es aquí el que acecha el fulgor de la belleza, ese fulgor huidizo que el autor resume en la imagen del pez colorido que cruza esos versos para inaugurar un libro habitado por animales y personas sobre los que Ramírez Lozano proyecta su distancia irónica para asumir el vacío del sentido desde la comprensión de los límites como en este poema
LA NADA PROMETIDA
Los objetos perdidos
sé que acaban en manos de los muertos.
Un candado allí puede
valerles el perdón de la avaricia.
Una férula importa
la libre absolución del rechinar de dientes.
Una moneda, un salmo.
Que lo sepan mis deudos.
Yo no quiero que el cielo me tiente con chatarra.
Quiero la nada sólo, la nada prometida.
Ni siquiera ese lápiz de cera de mi infancia
con que pintaba a Dios.
Hormigas y ángeles borrachos, un gato solo y un trompetista negro, una mosca en la sopa de letras o una escolopendra, un colibrí, un náufrago o un caballo ciego son los protagonistas de estos textos cuya narratividad se desarrolla con un entramado de metáforas que componen la propuesta alegórica sobre la que se sostiene la poesía de Ramírez Lozano, que tras su apariencia ligera contiene una interpretación muy personal de la existencia y una actitud ante el mundo que podrían resumir los versos finales de La trampa, el poema que cierra este Motivos de sospecha:
Mejor no exijas nada.
Nada impongas, mejor, a tus palabras.
Deja que ellas te dicten
la vida, que ellas sean
también su muerte, apenas dichas.
Morir si pronunciar.
Matar así a la Muerte con nombrarla.
Sin ira apenas,
sin apenas clemencia.