Ramiro II, El Monje, (1134-1137). Hijo de Sancho Ramírez de Aragón y hermano de Pedro I y Alfonso I el Batallador, fue reconocido Rey por la nobleza aragonesa.
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Ramiro II, El Monje
La situación que planteaba el testamento de Alfonso I el Batallador, que legaba su Reino a las Órdenes Militares del Temple y de los Hospitalarios, no fue aceptada ni por la nobleza aragonesa ni por la navarra, que eligió a García Ramírez por Rey. Aragón y Navarra que habían estado unidos desde 1076, seguirían caminos diferentes. Ramiro se apresuró a aceptar el cetro Real “no por ambición ni codicia, sino por la necesidad del pueblo y la tranquilidad de la Iglesia y llevado por el mejor deseo”. Por eso, eso no le detuvo su condición de monje, Prior del monasterio de San Pedro el Viejo (Huesca) y Obispo electo de Roda y Barbastro (Huesca).
Alfonso VII de Castilla, cuando tuvo noticias del testamento de Alfonso I, se apresuró a entrar en la Rioja y tomar Nájera. De allí fue a Zaragoza, donde fue reconocido Rey por los nobles de la ciudad dejando una fuerte guarnición antes de partir. La ineptitud del Rey Cogulla como también se llamó a Ramiro II el Monje, y su torpeza para el Gobierno y para la guerra le impidieron enfrentarse a Alfonso VII, con lo que su Gobierno quedó reducido al antiguo territorio de Aragón. Su carencia de valor en la guerra y su falta de habilidad para cabalgar – se le veía embarazado con la lanza y el escudo, por lo que tenía que sujetar las bridas del caballo con la boca – despertaron el regocijo de los nobles. Así lo dice el romance:
Las riendas tomad, señor,
En aquesta mano misma
con que asides el escudo,
y ferid en la morisca.
El Rey, como sabe poco,
Luego allí les respondía:
Con esa tengo el escudo,
tenellas yo no podría,
ponédmelas en la boca,
que sin embarazo iba.
En 1135, Ramiro II tuvo que sofocar una revuelta nobiliaria que daría pie a la famosa leyenda de “La Campana de Huesca”, según la cual el Rey mandó reunir a todos los nobles rebeldes en su Palacio de Huesca y según los iba llamando uno a uno a su cámara privada los iba decapitando, formando con sus cabezas apiladas una campana. Ese mismo año contrajo matrimonio con Inés de Poitiers, viuda y sobrina del conde de Tolosa, sin esperar la dispensa eclesiástica, acuciado por la necesidad de asegurar cuanto antes la descendencia dinástica. Fruto de este enlace fue el nacimiento de Petronila en 1136.
La precaria situación política interior y las reclamaciones de las Órdenes Militares para que se cumpliera el testamento de Alfonso I indujeron a Ramiro II y a sus consejeros a pensar en la posibilidad de casar a la heredera Petronila con un varón de linaje real que pudiera ejercer en un futuro próximo el cometido de Rey, ya que según el derecho aragonés las mujeres podían transmitir los derechos al Trono, pero no podían gobernar con plenitud de derechos. En agosto de 1136 se concertó el compromiso matrimonial de Petronila con Sancho, hijo y heredero de Alfonso VII de Castilla, quien creyó oportuno devolver a Ramiro II la ciudad de Zaragoza en calidad de feudo, pero la nobleza aragonesa no tenía buenos recuerdos de Castilla y temía que ésta lo absorbiera, por lo que rechazó el compromiso.
En el Concilio de Burgos, en 1136, el Cardenal Guido aportó una solución que fue del agrado de todas las partes, incluso por Alfonso VII, que no tomó a mal que se anulara el compromiso matrimonial con su hijo. Petronila fue prometida en matrimonio con el conde catalán Ramon Berenguer IV, el cual, aparte de otras cualidades humanas y políticas, reunía la de ser familiar (cofrade) de la Orden del Temple, lo que podría llevar a solucionar las reclamaciones de las Órdenes Militares. Además, era cuñado de Alfonso VII, por estar casada su hermana Berenguela con el Rey castellano.
El 11 de agosto de 1137, se celebró la ceremonia nupcial en Barbastro (Huesca). Petronila no tenía ni dos años de edad y el conde iba a cumplir los 24. Conforme al derecho aragonés, Ramón Berenguer IV sería quien gobernara. Las tierras y los derechos patrimoniales pertenecerían legalmente a los hijos de Petronila. Ramón Berenguer IV podría disponer de la plenitud del poder si no hubiera descendencia. El conde de Barcelona, en un gesto de habilidad política, no usó otro título que el de Príncipe de Aragón, reservando el de Reina para Petronila.
Transcurridos apenas tres meses de la boda cuando Ramiro II el Monje renunció a un Trono plagado de dificultades, entregando el Gobierno de Aragón a Ramón Berenguer IV. Ramiro II regresó al claustro del monasterio de San Pedro el Viejo en 1137, conservando hasta el final de su vida el título honorífico de Rey. Allí vivió y falleció, recibiendo sepultura en 1157.
Con este matrimonio, se unieron definitivamente los pueblos de Aragón, labrador y guerrero, y de Cataluña, comercial y navegante.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.
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