En este año 2017 se cumplen 54 años de la muerte de Ramón Gómez de la Serna, uno de los escritores más originales y controvertidos de la literatura española del siglo XX.
En constante ruptura con las convenciones, lo grotesco y lo extraño presiden el ambiente normal en que Ramón desarrolla su obra (un banquete en un quirófano, una conferencia sobre la Fiesta vestido de torero...)
Él no sentía a España como problema, a diferencia de sus predecesores del 98, sino como espectáculo, y aunque el humor es constante en su obra, a veces no logra ocultar el profundo desengaño que late en el fondo.
Despreocupado de los problemas sociales y políticos de su tiempo, reivindicó el valor absoluto del arte y pretendió crear una literatura no “contaminada” por las preocupaciones humanas, en la línea vanguardista y deshumanizada que propugnaba Ortega y Gasset.
Es, en ese sentido, claro precedente del vanguardismo del 27, y también fue probablemente ésa la razón de que, cuando la guerra civil barrió aquellas ideas sobre la pureza del arte y devolvió a lo humano el lugar que le corresponde en literatura, la obra de Ramón perdiese vigencia.
Sus “Greguerías” son una original mezcla de humor y metáfora: fruto de sus observaciones, surgen estos apuntes fugaces en los que trata de relacionar dos realidades más o menos chocantes y condensarlo en una breve frase con estructura metafórica.
Así, por ejemplo, el libro es el salvavidas de la soledad; las sandalias, los bozales de los pies; el helicóptero, un sacacorchos que vuela; guitarra: mujer de cuatro caderas...
Había nacido en Madrid en 1888 y murió en Buenos Aires en 1963.
De joven, mantuvo una relación amorosa con la periodista y escritora Carmen de Burgos; gracias a ella accedió al mundo intelectual y tuvo algunos apoyos que necesitaba. Pero todo acabó violentamente, y él se fue de España.
A su despreocupación por los problemas sociales y políticos respondió el silencio, y acaso el desprecio con que fue tratado tanto por los vencedores de la guerra como por los vencidos. Su exilio en Argentina no se debió a causas políticas sino personales, y desde allí añoró hasta su muerte los paseos por Madrid y la tertulia del Café Pombo que él había presidido...
Sección para "Curiosón" de Beatriz Quintana Jato.