Revista América Latina

Rangel Gómez en Guayana.

Publicado el 04 junio 2012 por Jmartoranoster
Posted on 4 junio, 2012 by

REINALDO QUIJADA


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El gran escritor alemán Thomas Mann decía: “Escribir bien, supone casi pensar bien, y esto no está muy alejado de actuar bien”  La palabra escrita es elocuente por sí misma. ¿A qué viene este comentario? A que hemos venido leyendo pacientemente, desde finales del año pasado, los extensos artículos de opinión que el gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez, publica semanalmente en un diario de circulación nacional. En dichos artículos, no hay ni una sola idea, ni siquiera un atisbo de idea. Son artículos carentes de todo rigor, en el mejor de los casos son un compendio de imprecisos comentarios generales… Cualquier lector pudiera pensar que esta afirmación es grosera y desconsiderada. En nuestra opinión, cualquier político que decide ejercer un cargo público, debe estar dispuesto a someterse a la crítica. Y cualquier militante revolucionario tiene el derecho a exigirle coherencia y consistencia en lo que expresa… Uno se pregunta: ¿No hay nada que decir sobre el desarrollo de Guayana? ¿Sobre las empresas básicas de la CVG? ¿Sobre el artículo 302 de la Cbrv que establece “la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotación de los recursos naturales no renovables”? ¿Sobre el valor agregado nacional? ¿Sobre la realidad de un mundo globalizado con fuerte hegemonía de las empresas transnacionales? ¿Sobre las alternativas para enfrentar la dependencia externa? ¿Sobre el Plan Guayana Socialista? ¿Sobre el Control Obrero y los Consejos Socialistas de Trabajadores? ¿Sobre la afirmación del presidente Chávez, de mayo de 2009: “Me la juego con los trabajadores y las trabajadoras”? ¿Nada que decir, y que escribir, sobre nada de esto? Recientemente estuvimos en Guayana, nos reunimos con trabajadores de Sidor, Venalum y Alcasa, con sus dirigentes, con líderes comunitarios, hablamos con la gente… Hay un sentimiento que recorre los portones de las empresas, las calles y los caminos. ¿Lo vamos a ignorar? ¿Vamos a cambiar la realidad ignorándolo? Hay cansancio, hay desmoralización, hay indignación. ¿Debemos callarnos? ¿Quedarnos de brazos cruzados?
Escribir mal, supone casi pensar mal, y esto no está muy alejado de actuar mal. La palabra escrita es elocuente por sí misma… La revolución por encima de todo. No los individuos. Es un imperativo moral. [email protected]

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