Hay personas que piensan que tienen el peor trabajo del mundo porque no soportan al jefe o están mal remunerados. Puede que estos baremos también sean válidos para juzgar si es, o no, uno de los peores trabajos del mundo, pero a veces puede que no sea tan malo como pienses. Estos son algunos de los peores trabajos del mundo:
Muchos dicen eso de "me encantaría trabajar, sin hacer nada". Pues sé vigilante de museo ¡a ver si tienes un par!. Ser vigilante de museo no puede ser cualquiera. Este puesto te lo tienes que ganar. Exámenes, entrevistas y hasta test psicotécnicos. Normal. Si llevas más de 5 horas en una silla sentado, sin hablar con nadie, mirando fijamente un cuadro, lo normal es que te hagan un test anti-locos. Lo lógico es que, después de ese tiempo, en esas condiciones, veas como te miran las figuras del cuadro, veas doble, triple, y ¡hasta te hablen los personajes!
Dijo Jesucristo "Dejad que los niños se acerquen a mí..." Sí, claro, está muy bien eso, pero no con un disfraz gigante de Bob Esponja a 40 grados de sol en pleno verano. En invierno no está tan mal, a menos que llueva. La cara más amarga de este trabajo, es que encima de estar fastidiado por dentro, sudando la gota gorda, hay algunos niños que, cuando te acercas, se ponen a llorar. Es la reacción más comprensible ante el estupor, porque, por ejemplo, Bob Esponja está húmedo porque vive debajo del mar, ¡no de sudor corporal!.
Ser reparte flyers es duro de por sí. Sabes que vas a entregar un papel, que probablemente nadie o casi nadie se lo va a leer, y que lo más seguro es que va a acabar en la papelera. Un trabajo tirado a la basura, literal. Lo peor es que, no contento con este desprecio, al hombre valla le cuelgan un cartel enorme y llamativo. Lo paradójico es que, aunque no pases desapercibido, toda l a gente pasa de largo a tu lado, ¡como si no te hubiera visto!, ¡hipócritas!.
Ser guardia de estos que se quedan quieto delante de un palacio real o un parlamento tiene su mérito, y también su gracia. Y, si es en un sitio donde abundan los turistas, más. Viste con un uniforme emperifollado, y todo el mundo quiere sacarse una foto con ellos. ¡Y no se pueden mover! Selfie para arriba, selfie para abajo y el guardia sin poder posar para la foto. Es lo más parecido a un mimo. La gente le hace burla, se le arrima, incluso le toca, con respeto, pero le toca, y el guardia...¡ni un movimiento! ¡cero! Si estuviera en su lugar, me darían ganas de saltarme las normas y poner morritos o poner los cuernos por detrás.
Ese lugar donde los dependientes tan pronto te venden una televisión de plasma, como un traje de caballero; y las dependientas, ataviadas con un uniforme de los 80, te perfuman a la entrada o se las ingenian para vender, como sea, una vajilla o un sacapuntas indiscriminadamente. Ser dependiente en El Corte Inglés es perder la noción del tiempo. Es entrar de día, y en el mejor de los casos, salir de día. Es no ver la luz natural de la calle, porque es un centro comercial sin ventanas, donde es imposible saber si llueve, hace sol, frío o nieva. ¡Imposible!
Seguro que muchos de vosotros conocéis otros trabajos dignos de ser incluidos en el ranking ¿los compartimos?