
Pero a lo que importa. Quise esperar un poco para informar de esta noticia simplemente porque la película se estuvo exhibiendo en varias partes por la pantalla de I-Sat, y yo estoy absolutamente convencido de que es una experiencia que debe vivirse lo más intensamente posible. Imaginen que, con cada una de las "partes" de aproximadamente hora y media que iban a pasar, sumado a las pausas que estas tienen (yo vi un poquito, hay pausas bastante seguido), iba a ser imposible. El formato original de "Historias Extraordinarias" consiste en dos largas partes, sin pausa, de dos horas. Dudo que así lo puedan experimentar, pero el sábado 24 a la medianoche (SI, ESE ES EL DIA) espero que se acerquen en la mayor medida posible.
En fin, yo sólo quise esperar a que terminaran de emitir las "partes". Los detalles de esta presentación, con comentarios que valen ser leídos, se pueden encontrar aquí en la página OtrosCines de Diego Battle, y aquí en el sitio "Cinematófilos" de Andrés Fevrier.
Ooootro tema.
Me cuesta mucho a veces sentarme a defender películas que, como la de hoy, se sostienen en base a un elemento principal. Es, desde ya, difícil de explicar y aún más difícil de fundamentar. Peor es cuando uno no quiere tomar a otro por tonto, y dan ganas de decirle: “¿Pero no entendés?”. Parece tan simple a los ojos cuando uno termina de ver un film, que es como que queda ahí. ¿Cuánto más querés saber? ¿Cuánto más vas a preguntar? Este sentimiento, creo, atraviesa a la pieza que analizamos hoy; una rareza como pocas.
La crítica de “Once” (dedicada a Nico Ledezma, compañero de teatro, gran cantante y bailarín), a continuación.
“Once”

Sé como se siente; he cantado con gente que no sabía si podían hacerlo bien y he quedado asombrado y sin palabras; me he enamorado haciendo música. No es el tipo de amor de “relación amorosa”; es algo de un universo completamente diferente. Cualquiera que diga que “Once” es una mala película tiene que odiar la música o... Odiar la música.
Una vez en la vida verán una película como “Once”, porque desde ese momento si experimentan algo similar vendrá de aquí. Carney y su equipo, la emotiva fotografía de la cámara digital y el austero uso de la luz; Hansard, su voz sincera y sus inquebrantables canciones; Irglova, su sonrisa única y la mística que la rodea; es probable que todos ellos hayan creado un género cinematográfico completamente nuevo al que no me atrevería a darle nombre.
Lamento algunos momentos innecesarios en los que Carney subestima al espectador mostrando personajes que sonríen al escuchar la música que este chico y esta chica tocan. No necesitamos ver el típico plano de la ‘cara que aprueba’; nos gusta a nosotros y lo aprobamos y eso debería ser suficiente.
¿Se quieren reír? Lo harán, viendo a cinco músicos meterse en un estudio sin saber que carajo hacer. ¿Quieren regocijarse? Pueden cerrar los ojos y escuchar la música que, aún cuando tiene algunas similitudes con mi amado Damien Rice, viene de un mundo paralelo que (estoy empezando a creer) existe sólo en Irlanda. Puede que también lloren, pero eso depende de cuan sensibles son.
Una última cosa: esto no es una comedia romántica y ni se acerca a una. Pero si lo fuese, le regalaría un inmenso cumplido a la historia porque es, sí, muy romántica y como nada que hayan visto. Libre de clichés, fórmulas y (predecibles o no) finales convenientes. No se mientan, porque ustedes saben que esas son las principales características de una comedia romántica y no les gustaría el género si fueran otras.
“I don’t know you but I want you even more for that” – de “Falling Slowly”.
---8/10