Bastones, unicornios de tela, animales disecados y una hipnótica diosa conviven en una exquisita esquina de la plaza de Barceló. Todas viven dentro de Raro Rare, un restaurante diferente, una apuesta gastronómica y decorativa arriesgada pero ganadora. Más allá del tataki, el risotto y la hamburguesa, la carta de Raro Rare está hecha para sorprenderte y engancharte.
Carlos Moreno Fontaneda no es un novato en la escena gastronómica madrileña. El dueño del Bar Galleta y El perro y La Galleta tenía ganas de hacer algo diferente, fuera de lo común y sorprendente, tanto en la carta como en el entorno. A partir de los objetos que heredó de su tío Ángel, un coleccionista nato, ha recreado todo un ambiente de realismo mágico, con animales inventados impresos en las telas y motivos tropicales, vasijas con recreaciones de animales disecados (y los ratoncitos Pérez), bastones, polvoreras, frascos de farmacia, corales, mariposas, langostas..., sillas de mimbre, rafia y maderas con sus mesas de mármol y latón dorado. Y vigilando, protegiendo, esperando su tributo, una brillante diosa Era de ojos hipnóticos preside el salón.
La carta busca esa misma inspiración, ese contacto natural, extraño pero especial, esa combinación de objetos extraños y sabores peculiares que nunca pensaste en juntar pero que funcionan de una manera sorprendente. De ahí (y de la frase de Papuchi, raro raro) surge el nombre del restaurante. Raro por extraño pero también creativo, extraordinario y Rare en inglés se aplica a las cosas poco cocinadas, crudas o apenas vuelta y vuelta. Platos apenas procesados, elaborados con una materia prima excelente y una mezcla de sabores y texturas que los convierten en una auténtica experiencia culinaria.
En ambos ejes se mueve una carta inspirada en los platos de la cocina nikkei (fusión de cocina peruana y japonesa) con nombres peculiares como tiranocorvi (tiradito de corvina), buenísimas lyozas con lechuga en lugar de pasta, gambero (rico tiradito de gambón con salsa de maracuyá), vegapica (falsos callos vegetarianos, que en realidad son setas) o los más raros, frogi (ancas de rana) y cresto (crestas de gallo). Los platos son sabrosos y muy especiales, te dejan con ganas de más.
El disfrute final de Raro Rare viene a través de los ventanales porque los restaurantes de Carlos se distinguen por su cuidado de la iluminación. Los grandes ventanales permiten observar el antiguo Real Hospicio de San Fernando, diseñado por Pedro Ribera, justo enfrente o la nueva plaza de Tribunal. Por la noche, el restaurante se tiñe de una luz de un tono dorado que crea la atmósfera perfecta para una cena romántica o una celebración íntima con amigos. Si te apetece algo diferente con lo que sorprender, no dejes de jugartela a la carta más rara.
Los datos. Raro Rare. Dirección: Calle Barceló, 5. 682 05 03 04. Precio medio: 30 euros. Horarios: D - J: 13.00 h a 1.00 h; V y S: 13.00 h a 2.00. Mas información en su web