Cuando era más pequeña, bastante mas de lo que soy, una de mis fuentes de ingresos para mis caprichitos (cromos de petar, canicas, chicles cheif, pica-pica...) era rascarle la espalda a mi padre. Recuerdo que me daba un duro o 25 pesetas y cuando ya estaba cansada y la mano estaba como muerta decía: "venga va la despedida" y yo seguía rascandole más fuerte un poco más. "La despedida", con los años también le costaría un dinero añadido a la couta fija. Treinta años despues sigo haciendolo aunque ahora ya no le cobro. A mi sabio padre basta con tocarle la espalda como muestra de afecto o compañerismo para que automáticamente diga: "rascame" y se de la media vuelta para que puedas cumplir tu cometido comodamente. Ahora, la verdad, lo hago rápido y supongo que él apenas disfruta. Pese a todo, sigue siendo uno de los rituales que de no darse, sin duda, echaría de menos.