Revista Cine

Rastros de sándalo

Publicado el 25 noviembre 2014 por Apetececine

Por Dani Arrébola

Merece la pena el “reset” fraternal de Aina Clotet

En su ópera prima Lluvia en los zapatos (1998), Maria Ripoll ya dejó bien marcados los rasgos comunes que se irían sucediendo en sus obras. La directora catalana, que se pasó un largo tiempo estudiando al otro lado del charco, en la American Film Institute, ha ido perfilando en su filmografía, retratos de personajes corrientes que se han visto asaltados por dudas y temores a medida que se enfrentan a sus destinos. Usualmente, estas inquietudes que afectan a la inmensa mayoría de los humanos, las ha envuelto Ripoll con dosis de humor en comedias románticas como la americana Tortilla soup (2001) o en Tu vida en 65′  (2006). Aunque, en los últimos años, como ya demostró en la más que aceptable Utopía (2005), Ripoll ha sabido contar historias duras, con garra y pulso, en thrillers y auténticos dramas, y a este último grupo pertenece su último estreno y el cual ha tenido que sudar lo que no está escrito para sacarlo adelante: Rastros de sándalo. 

RASTROS DE SÁNDALO
La trama, basada en la novela de Asha Miró y de Anna Soler-Pont, nos narra el desencuentro y el encuentro entre dos hermanas: Mina (Nandita Das) es una famosa actriz india de Bollywood que vive con la obsesión de encontrar su hermana pequeña Sita (Aina Clotet), secuestrada y separada a la fuerza en Bombay, tras la muerte de la madre. Cuando Mina se entera que su hermana no sólo está bien sino que tiene un buen empleo como bióloga en Barcelona, decide conocerla con tal de recuperar así treinta años perdidos. sin importarle las consecuencias.

Nos encontramos ante un filme que te habla de muchas cosas y todas ellas muy serias: el amor fraternal, la solidaridad, la adopción, la multiculturalidad y una búsqueda iniciática tanto física como emocional que se configura como el auténtico eje de la trama. Ahora bien, la película nos cuenta toda esta “masa” tan seria, de una forma en la que, seguramente y conociendo su recorrido, a Ripoll le podríamos pedir algo más, con tal de conmovernos y conectar con lo que pueda pasar por la cabeza de esas dos hermanas. Sin embargo, sería igual de justo indicar, como contraprestación al vacío de intensidad emocional, aquello que sí te ofrece como un plus la directora, que es capaz de apartar, mediante ciertas dosis de espontaneidad, todo el lodo de lagrimera que amenazaba con salpicar en los primeros compases de la cinta.

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A esta última idea de frescura y en la que la película gana sus alas, contribuye como ningún otro elemento, el buen trabajo de Aina Clotet que le roba en la balanza final todo el peso de planos y emociones a su hermana, en una interpretación convincente (que si bien es una rubia catalana sin aparentes rasgos indios, nos la acabamos creyendo), y que combina cuando toca la acometividad con la reacción contenida. En este sentido, su química con el vendedor de películas indias de El Raval -el actor Naby Dakhli- funciona como un patín en el hielo, sin llegar finalmente a chirriar para sorpresa de, lógicamente, muchos que no acababan de encajar a estos dos en la forma en la que se conocen y confluyen en su espacio-tiempo.

Rastros de sándalo es una cinta que, a pesar de sus vicios, salva con un aprobado sus buenas intenciones y que plasma tras la pantalla todos los litros de sudor y esmero que empleó su equipo de producción y artístico. Merece la pena ver despejarse a Aina Clotet por las calles de El Raval, y contemplarla por el Maremagnum mientras realiza su “reset” vital y fraternal. En esta ocasión, no saldrás de la sala con esa horrible sensación de haber perdido el tiempo y el dinero.

 


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