Decíamos en una entrada de hace tiempo que siempre que hay guerras hay ratas. Sobre el protagonismo de estos roedores, nuestra literatura tiene muestras suficientes, desde elFlautista de Hamelin, pasando porLa rata de Venecia,de Patricia Highsmith;Las ratas, deMiguel Delibes; personajes repugnantes también enTiempo de silencio, de Luis Martín Santos…
Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados no sólo tenían que combatir contra los del bando enemigo, también se las tenían que ver con los inmundos roedores que pululaban entre la suciedad y el barro de las trincheras. Si a uno de estos soldados le sobraba un pedazo de pan y quería conservarlo y que no lo devoraran las ratas, por la noche debía esconderlo bajo el casco, sin quitárselo de la cabeza. Era el lugar más seguro.
Siguiendo la línea de Les Luthiers, hay personas muy “timo-ratas”. El que roba es un"ratero"y el que asalta barcos es un"pi-rata". En el Congreso, los diputados del partido en el poder no debaten sus ideas con los demás miembros, sino que “ratifican” las decisiones del gobierno. Y el masculino de "rata" no es "rato", como sería lo lógico. Sobre ratas y rateros encontrarás información en