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Rating

Publicado el 26 abril 2013 por Jlmaldonado

La historia de la telenovela en Latinoamérica es amplia y el caso particular de Venezuela, goza tanto de esa vastedad,  como de una riqueza y originalidad que le son únicas, propias de nuestro hablar y del gentilicio que nos caracteriza. Todos, en menor o mayor grado, recordamos alguna telenovela por la razón que sea. En mi caso particular, recuerdo mis años de infancia —tenía seis años— viendo junto a mis abuelos la telenovela “Estefanía”, y mi esfuerzo por imitar al temible personaje que encarnaba el actor Gustavo Rodríguez, cuando, amenazante, le decía a la actriz Pierina España, entrecerrando los ojos: “Estefanía...Estefanía”, alargando un tanto la “í”. Y así cada quien tendrá su catálogo con el cual puede construir su propio reparto de historias.Rating
Rating va de esto, va de la puesta en escena de cómo se maneja el negocio para llevar al aire algún programa de televisión, no sólo una telenovela —seré más moderno—, sino también lo que la historia propone, un reality show de indigentes. Alberto Barrera Tyszka (ABT) usa el lenguaje propicio, pues amén de ser guionista de telenovelas, conoce ese mundo, sabe de los intríngulis que allí se forjan y no es muy aventurero pensar que también sabe de las mafias y las trampas propias del negocio. Manuel Izquierdo, un zorro viejo en el medio televisivo, será el encargado de destronar —entre otros personajes— la ingenuidad del joven aprendiz Pablo Manzanares, estudiante de Letras que ingresa al canal gracias a un favor concedido a su madre después de fervorosas súplicas. “Cuando alguien dice que va a darte una gran oportunidad, piensa siempre lo peor”. (p.35).
Quizás en algún momento dentro de la trama uno pueda llegar a pensar, incluso a sentir, que algo de autobiográfico habrá en Rating a considerar la experiencia laboral de ABT. No lo sé. Pero lo que sí es cierto es que el autor no detesta la literatura como sí lo hace Manuel Izquierdo, quien es el clásico personaje arrogante que cree saberlo todo y que se siente endiosado por trabajar en la TV.  Se plantean así ciertos dilemas que pasan por lo ético y lo moral, y Pablo en su empeño de hacerse escritor, empieza a interactuar y a conocer el bajo mundo que también existe en la televisión.
El texto llama a la reflexión del lector en cuanto a ese espectáculo que para muchos está simplemente servido al encender el aparato receptor, pero no todo en la televisión es divertimento y gloria, pues para llegar a ello, al éxito, hay que mantener al santo rating muy en alto para que las cosas funcionen bien: “Un mal rating es como una plaga que nadie desea tener cerca” (p.250).  O esta memorable frase: “El rating es un dios perverso e implacable” (p.247). ABT sabe de esto, sabe que si los numeritos no dan, o se apreta la trama para que los televidentes no se despeguen de la pantalla o el programa sale del aire. Simple. Rating es entretenida y como ya es costumbre en cuanto al lenguaje utilizado por ABT, hay unas cuantas ocasiones en que la historia relatada te arranca una sonrisa.
Por razones profesionales tuve la suerte de tener muy de cerca a un canal de televisión como lo es RCTV (y no lo digo en pasado a pesar del cierre, lo digo en presente), no trabajando allí directamente pero sí involucrándome por otras razones laborales por igual. Y sé de lo apasionante que es hacer televisión, pero también, de la dura presión que hay que soportar para alcanzar los objetivos que traza la directiva.  Como hecho anecdótico, recuerdo una navidad —noche buena para ser exacto—, en donde estábamos compartiendo en familia y muchos amigos se vinieron a mi casa. Tendría yo unos diecisiete años (por ahí). Entre el grupo de gente estaba un recordado director de televisión venezolana y su esposa (actriz que aún se le puede ver en pantalla). Entre broma y en serio estaban discutiendo por algo que no recuerdo, y él le dijo (cambiaré el nombre de la actriz): “María Trapito, no estamos grabando, deja la telenovela”. Y es que la frase se me quedó grabadísima. Con ella se  refrenda nuestro día a día tal como si fuera un melodrama o una tragedia, y esto lo podemos notar a diario tan solo escuchando el cuento del vecino, de un compañero de trabajo, viendo los noticieros o paseándose por cualquier calle de Venezuela.

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