Debemos referirnos al proceso recientemente concluido de excarcelación de presos contrarrevolucionarios, de aquellos que en tiempos difíciles y angustiosos para la Patria han conspirado contra ella al servicio de una potencia extranjera.
Por decisión soberana de nuestro Gobierno fueron liberados, sin haber cumplido totalmente sus sanciones. Pudimos hacerlo de manera directa y atribuirnos el mérito cierto de que lo decidíamos considerando la fortaleza de la Revolución, sin embargo lo efectuamos en el marco de un diálogo de respeto mutuo, lealtad y transparencia con la alta jerarquía de la iglesia católica, que contribuyó con su labor humanitaria a que esta acción concluyera en armonía y cuyos laureles, en todo caso, corresponden a esa institución religiosa.
Los representantes de esta Iglesia manifestaron sus puntos de vista, no siempre coincidentes con los nuestros, pero sí constructivos. Esa es al menos nuestra apreciación, luego de largas conversaciones con el Cardenal Jaime Ortega y el Presidente de la Conferencia Episcopal Monseñor Dionisio García.
Con esta acción hemos favorecido la consolidación del más precioso legado de nuestra historia y del proceso revolucionario: la unidad de la nación.
Asimismo, debemos recordar la contribución del anterior Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación de España, Miguel Ángel Moratinos, quien brindó facilidades a la labor humanitaria de la iglesia, de manera que aquellos que manifestaron ese deseo o aceptaron la idea, viajaran al exterior en unión de sus familiares. Otros decidieron permanecer en Cuba.
Hemos soportado pacientemente las implacables campañas de desprestigio en materia de derechos humanos, concertadas desde Estados Unidos y varios países de la Unión Europea, que nos exigen nada menos que la rendición incondicional y el desmontaje inmediato de nuestro régimen socialista y alientan, orientan y ayudan a los mercenarios internos a desacatar la ley.
Al respecto, es necesario aclarar que lo que nunca haremos es negarle al pueblo el derecho a defender a su Revolución, puesto que la defensa de la independencia, de las conquistas del socialismo y de nuestras plazas y calles, seguirá siendo el primer deber de todos los patriotas cubanos.