Confieso, y ya lo he dicho antes, que me duele la marcha de Raúl del Real Madrid, y al igual que en la despedida de Guti, cuando anunció hace una semana que se marchaba, alguna lágrima me resbaló por la mejilla. Y aunque me dije aquello de que la vida debe continuar, y que con Raúl no se acaba el Madrid, estoy triste por no verle más de blanco y haciendo de las suyas.
Pero desde que anunció su fichaje por el Schalke 04, me hice un poco de este equipo alemán. Me cuesta ver al icono del madridismo con la camiseta azul, aunque sé que tendré que resignarme. Y con esa mezcla de pena por la pérdida del jugador, pero la alegría de saber que va a seguir jugando y disfrutando, el sábado me dispuse a ver su debut con su nuevo equipo. Los partidos de este torneo sólo duran una hora en dos tiempos de treinta minutos, y Raúl estuvo como siempre, voluntarioso, trabajador, ofreciéndose, e incluso tuvo algunas ocasiones, pero no tuvo suerte de cara al gol. A falta de tres minutos, Felix Magath, técnico del equipo y excelente futbolista en su día, sustituyó a su nueva joya para que una afición entregada le tributara la más calurosa ovación del día. Ahí casi se me va otra vez la lágrima...
Como el Schalke 04 ganó el partido, ayer se jugaba la final contra el Bayern de Münich, el coloso alemán que, aunque con bajas, presentó batalla poniéndose por delante. Pero el "7" estaba ahí para ganar el partido. Empezó a ofrecerse de nuevo, a bajar a recibir, apoyar y buscar al compañero con pases inteligentes. Y por fin llegó el gol, uno de esos goles de Raúl, de esos que sus detractores llaman "de suerte" y que sus seguidores llamamos "de listo", "de pillo", o simplemente "de Raúl". El segundo también fue de los suyos, una de esas cucharas que también le han hecho famoso y que acabó con el portero contrario reptando por el área para intentar llegar a un balón que ya estaba dentro. Fue el delirio en la grada y el momento en que no pude reprimir una exclamación que los raulistas soltamos cada vez que hace algo así: "¡Y eso que está acabado!". Finalmente, y tal vez por lo corto que fue el partido, no pudo marcar un hat-trick y llevarse el balón a casa, pero Magath volvió a tener el bonito detalle de cambiarle a falta de tres minutos para que la afición le tributara la ovación que merecía y coreasen su nombre como una sola garganta.
Raúl cogió su fusil y le dio a su público lo que quería, y su entrenador tuvo el detalle de dejar que el público se lo agradeciera. ¿Por qué el señor Pellegrini, alias "el enterrador", no sólo no le puso todo lo que debiera, sino que además no fue capaz de tener un detalle así con el emblema del madridismo en los últimos dieciséis años? A su conciencia y a la de quienes le pusieron va...