Sin embargo, sólo al concluir su lectura y tras escribir el borrador de la crítica, descubrí, con cierta vergüenza y algo más de mala conciencia, que no es un libro de 2011. Fue editado en 2009 y presentado en Madrid por el propio Zurita: ni fui consciente, entonces, de su edición, ni me enteré de su lectura pública. Es decir: un descuido imperdonable. No sólo porque no lo supe entonces, sino porque ese extremo convertía en papel mojado mi trabajo para el suplemento: habían pasado dos años desde la salida a librerías del poemario y la norma establecida (en todos los suplementos) no permite la reseña sobre un libro tan "antiguo" cuando en el año en curso hay numerosos libros que se quedan en la cuneta. Decidí salvar la crítica y trasladarla a Al margen. El texto, con algunas adaptaciones al medio, es el que podéis leer a continuación.
"A veces, libros de poesía que rompen la norma, muestran un hondo y poderoso aliento y sitúan al lector ante las contradicciones del siglo, pasan inadvertidos no se sabe muy bien por qué. Tal es el caso de Cuadernos de guerra, del chileno Raúl Zurita, una colección de poemas publicada en 2009,de la que apenas se ha hecho eco la crítica (académica y periodística) en la que aborda un recorrido por la memoria más dramática del siglo XX."No es, contra lo que pudiera inferirse de la anterior definición, una poesía de alegato, sino una poesía total, cívica, filtrada por la experiencia íntima: la vivencia de los hechos colectivos se amalgama con destellos procedentes del sueño, de la memoria, con la alusión a un presente inaceptable y con la referencia a hechos históricos especialmente dramáticos, terribles: Hiroshima, el golpe de estado de Pinochet y su secuela de asesinatos, torturas y exilios, Auchswitz y el Holocausto, las penalidades de los presos en el desierto de Atacama durante la dictadura. Pero ese itinerario por la desolación tiene ventanas a mundos personales en los que lo onírico y lo realista se mezclan. Ahí está el Raúl Zurita niño y su memoria del padre y de sus familiares más próximos, sobre todo su hermana, o el sueño amoroso a la sombra de una ciudad devastada, o la evocación del mar y de la playa de la infancia como escenario de su propia llegada al mundo: 'Mamá está de pie y su bañador ceñido y oscuro se / recorta como un raro pájaro contra el cielo del / fondo. Amanece. La muchedumbre avanza entre/ gritos / y al frente la playa flota curvándose en la / creciente claridad'.
"Paisajes desiertos, ciudades quemadas, cordilleras de ceniza, paisajes marinos o esteparios que parecen surgir de una pesadilla. Todo ello viene a conformar un libro inquietante y poderoso que es, pese a la casi absoluta presencia de la desolación, un canto a la vida y al amor. Zurita, un clásico contemporáneo que nunca ha tenido complejo alguno por llevar la política a la poesía, muestra en Cuadernos de guerra la pertinencia y la actualidad de esa lírica (una lírica, apostillo, siempre necesaria). Y lo hace a partir de un impulso experimental, sin traicionar la vocación innovadora que preside su poesía desde sus primeras entregas, allá por los años setenta: un versículo fronterizo a la prosa en el que el tono coloquial se astilla para reforzar las imágenes más perturbadoras. Una poesía dura y tierna a la vez. Envolvente, narrativa, cuya fuerza reside en la certera mezcla de lenguaje próximo e iluminador y realidad atormentada".
Hasta aquí la crítica. Como muestra del poder de la poesía de Zurita en este libro, os dejo uno de sus poemas más conmovedores:
CIELO ABAJO
Como si fuera el mar, el desierto había adquirido
el tono violáceo del amanecer y por los viejos
cauces resecos el día iba entrando en la tierra tal
como hace infinitos años los ríos entraban en el
mar. Adelante las rompientes estallaban con furia
y como si nos contara un cuento Veli nos dijo
que las aguas saladas del mar eran la noche de las
aguas dulces y que por debajo de ellas los ríos
seguían cruzando hasta reaparecer limpios y
nuevos por el otro lado el mar. Fue en Punta de
Lobos, el día antes de volver. Mamá después me
contó que cuando papá estaba a punto marcharse
mi abuela le había dicho que tenía que cantar
porque cuando se moría un bueno el cielo se
hacía más ancho. Así se fueron marchando papá,
mamá, mi hermana, todos, y por cada partida
parecían crecer estos pedregales donde a mamá
donde papá nunca me contesta. A los años,
cuando sólo tres sombras nos reunimos en torno a
Josefina Pessolo, la madre de mi madre, nos
dimos cuenta que hacía mucho tiempo que ella
también había partido. Sólo sus labios se seguían
moviendo: canten —seguían diciéndonos— canten y
canten. Y continuaron moviéndose hasta el amanecer.
Y cierro con la voz y la imagen del poeta. Si no pude (pudimos) estar en la lectura/presentación que en 2009 dio en Madrid, aquí recuperamos, gracias a la magia "youtubera", su lectura de uno de los poemas. Gocemos de él.