Empezamos con una breve sinopsis. Una empresa vende viajes en el tiempo a millonarios para cazar animales en el Cretácico. El riesgo es que algo cambie el rumbo de la evolución. Y eso es lo que ocurre.
En ambas la historia se sitúa en el 2055, momento en el que una empresa llamada “Safaris en el tiempo” –en la peli “Safari temporal”-, utiliza una máquina para viajar al Cretácico. Lo hacen por dinero, claro está, y los clientes
son millonarios. Los de la película son zafios y pretenciosos, porque la idea es que lo importante no es el dinero, sino la honradez en sentido amplio: intelectual, humana y política. Bradbury caracteriza al millonario, un tal Eckels, como un tipo vulgar, sin más. La empresa no tiene escrúpulos en ningún caso, se mueve por dinero; esto en la película está personificado en el siempre excelente actor británico Ben Kingsley –Gandhi (1982), La lista de Schindler (1993) o Inteligencia Artificial (2001), y que veremos en El juego de Ender (2013)-, que le da una vida al empresario que no tiene en el cuento de Bradbury.El guía tiene un papel distinto en cada uno. Peter Hyams hace de Travis un hom
bre íntegro, que desprecia al empresario, y que está en “Safari temporal” porque no sabe las consecuencias que tiene (lo que parece increíble). Es el encargado de restaurar la línea del tiempo. Bradbury describe a Travis como un tipo duro y resolutivo, capaz de pegar un tiro al millonario que ha provocado un cambio en la Historia por su canguelo, que tiene lógica. Esta diferencia se encuentra también en el grupo que acompaña a cada uno: los de Bradbury son guías, y los de Hyams son un grupo divertido de composición injustificable. De hecho, en el cuento habían muerto ya seis jefes de safari y doce cazadores.El animal a cazar es distinto. En la peli siempre es el mismo, mientras que en el cuento no siempre es el mismo. Si bien Bradbury saca al “lagarto del trueno”, dice que la empresa estudia a cada animal a matar, y si puede ser cazado lo marcan con pintura roja. Luego viajan dos minutos antes de su muerte y…negocio. Si bien tiene más lógica lo segundo, es cierto que introduce más solidez a la idea del cambio temporal el que sea el mismo animal. En la peli, la máquina les envía al mismo segundo que siempre pero todo ha cambiado, lo que es el anuncio de lo que se avecina. El tratamiento del viaje en el tiempo es diferente. Hyams intentó dar unas normas parecidas a las robóticas de Asimov. Tres reglas: no dejar objetos en el pasado, no traerse nada, y no alterar el pasado, ya que la menor variación podría incidir en la evolución. Bradbury no lo hace. Ambas historias tienen mensaje, que responde al momento cultural de cada uno. Hyams hace un filme políticamente correcto: la tecnología debe estar al servicio del hombre, el capitalismo ciego es dañino, y lo importante es preservar la naturaleza. Bradbury monta una paradoja para criticar la dictadura. En la peli, el pisotón a la mariposa supone “ondas temporales” que cambian la evolución de la fauna y flora del planeta. En el cuento, hay cambios en el paisaje urbano y en el idioma inglés, que no es más que un conjunto de convenciones culturales, y, lo que más importa a Bradbury: un cambio en el resultado electoral. Gana un tal Deutscher (suena a alemán, eh, y es que hay que fijarse que lo escribió en 1952), que es un “anti-todo, militarista, anticristo, antihumano, anti-intelectual”, que suponía “la peor de las dictaduras”, la vuelta a “1492”. Imagino que esto último no gustará a los indigenistas bolivarianos y demás, pero es lo que hay. El cuento de Bradbury es magnífico, por lo demás, con un sorprendente final: un disparo de Travis al millonario que pisa la mariposa. El desenlace de la cinta de Hyams es predecible: ¿Qué le puede pasar a un grupo que busca algo, rodeado de peligros? Pues que mengua miembro a miembro, pero consigue su objetivo. Además, el chico y la chica acaban juntos, y todo lo vuelve a la normalidad. Los diálogos de la peli son pobres; ejemplo:- ¡Hágalo! –le dice un millonario a Travis-.- ¿El qué? –contesta el guía-.- Restablecer el orden.- Lo haré.
El cuento de Bradbury hay que leerlo, y luego ver la película de Hyams –con efectos especiales desfasados y todo-.