Las elecciones europeas han sacudido los cimientos sobre los que se construyó en la transición la política española. El bipartidismo, que en realidad ocultaba un único modelo de desarrollo económico y social contrario a la democracia, la pluralidad y la transparencia, ha quedado tocado. Sin duda alguna, una buena noticia. Rubalcaba y López han sido las primeras víctimas del fracaso de un sistema que defiende los intereses de los poderes dominantes y da la espalda a las demandas de la ciudadanía, a la que debería representar. El PSOE no ha salido peor parado que el Partido Popular, por mucho que sus responsables insistan en presentar como una victoria lo que ha sido un fracaso.
Las dos grandes formaciones políticas han recibido el castigo que merecían; es cierto que intuían que las urnas les pasarían factura, pero nunca pensaron que el precio a pagar fuera tan alto. Rubalcaba y Rajoy han perdido porque la sociedad ha reaccionado, y lo ha hecho con valentía y decisión. Se podrá decir más alto, aunque no más claro: las élites políticas no pueden gobernar contra las personas. La paciencia no es infinita. Los efectos de la crisis económica -desempleo, recortes sociales, privatizaciones de servicios públicos, pérdida de derechos laborales, empobrecimiento de las clases medias….- no sólo han provocado indignación sino también, y sobre todo, reacción.
En España, a diferencia de lo que ha ocurrido, por ejemplo en Francia, la frustración y la impotencia han mirado a la izquierda, en lugar de hacerlo a la extrema derecha. Y debemos felicitarnos por ello. La revelación en el país vecino es Marie Le Pen, mientras aquí lo ha sido Podemos, un movimiento ciudadano de izquierda, que ahora tiene el reto de gestionar su triunfo, buscando el equilibrio entre sus orígenes asamblearios y la práctica de la presencia institucional. Confío en que sepan hacerlo porque han logrado concitar la esperanza de 1,245.0000 personas, que merecen que su apuesta se mantenga fiel a sus principios y no renuncie a sus señas de identidad.
Será necesario esperar para realizar una valoración sobre el futuro de Podemos en Euskadi. El apoyo recibido le garantiza presencia en los Ayuntamientos de las tres capitales vascas, pero para ello deberán dotarse de una estructura, que aún no tienen. Los buenos resultados obtenidos le facilitarán esta tarea y es prácticamente seguro que su discurso llegará a las instituciones municipales de nuestra Comunidad. Bildu debe tomar buena nota de la irrupción de Podemos. La izquierda abertzale, que también ha salido fortalecida en estas elecciones, mantiene su base social, pero no logra penetrar en un entorno joven y desencantado, que a priori podría serle favorable.
Le ha salido un competidor que en el corto plazo no lo le restará adhesiones, aunque tampoco le permitirá crecer. Si el PNV tiene que estar atento a la izquierda abertzale, ésta debe pensar que el crecimiento de Podemos e Izquierda Unida demuestra que la independencia, siendo legítima, no es, en este momento, la bandera que más motiva a las personas comprometidas con un cambio de modelo político, pero igualmente económico y social, de carácter más radical y con un discurso más revolucionario, que hay quienes pretenden deslegitimar buscando equiparaciones con Venezuela y Cuba. Euskadi, en cualquier caso, es más plural, después de estos comicios europeos y sólo por ello debemos felicitarnos.
En el Estado, antes o después, cobrará fuerza la propuesta de Felipe González en referencia a una alianza PSOE-PP. Hay muchos intereses en juego y las dos formaciones políticas recibirán fuertes presiones para recuperar el timón y sobreponerse a esta debacle, que les sitúa frente al espejo de su propio descrédito, fruto de la corrupción, el incumplimiento de los programas electorales y la imposición de unos criterios drásticos de austeridad que contrastan con sus propios privilegios. PSOE y PP han perdido la confianza de su electorado, pero antes perdieron su prestigio y reputación. Al tiempo que dejaron de pensar en las personas, dejaron igualmente de entender sus motivaciones y el porqué de sus actuaciones.
Podemos e Izquierda Unida han sabido conectar con una nueva sociedad en pleno proceso de transformación, a la que la crisis le ha golpeado, pero también le ha ayudado a tomar conciencia de su protagonismo, acercándole a la política y a un espíritu más reivindicativo. Este cambio de perfil conlleva un cambio de voto, que PSOE y PP no han sabido detectar. Pertenezco al grupo de escépticos que no creen en un giro a la izquierda del PSOE porque ninguno de sus candidatos ha sido ajeno a la política marcada desde Ferraz. Buscarán apuntalar el bipartidismo, que no deja de ser un reparto entre distintos, aunque iguales, en lugar de apostar por una regeneración profunda que haga posible la unidad de la izquierda.
La alternativa de futuro pasa por la conformación de un Frente Amplio de Izquierda, unitario y no excluyente, abierto a la participación popular. Una propuesta ilusionante, que conecte con la mayoría social que está siendo castigada por unas políticas regresivas y antidemocráticas. Esa es la gran lección que debemos aprender de Syriza, que ha ganado las elecciones en Grecia porque ha sabido conformar ese referente unitario. Estoy seguro que en Euskadi ese proyecto de unidad de toda la Izquierda también sería la primera opción electoral frente al tripartito PNV-PP-PSE que defiende en la práctica el mismo modelo económico y fiscal. Ojalá las fuerzas de izquierda tengan suficiente altura de miras para caminar en esa dirección.