Parece mentira que se me haya pasado. Llevo escritas un montón de entradas y resulta que me he olvidado de hablar sobre un asunto de la mayor trascendencia. Por lo menos para el objetivo de este blog que es preparar nuestro futuro. En fin voy a intentar corregirlo. Así que vamos adelante con la motivación (Uf, vaya despiste). Empezaremos brevemente por la definición del RAE: 3. f.Ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia. Hoy, de momento dejaremos sobre el tapete las tres cosas que están relacionadas directamente con la motivación y que son: acción, interés y diligencia. Si falla cualquiera de estos tres entonces no hay motivación. Solemos confundir, yo el primero, motivación con impulsividad. Es decir, me da un fogonazo (un amigo que me cuenta, un cartel anunciador, o cualquier otra cosa llamativa) y sin pensar, organizar, planificar ni preparar, hago algo que me llama la atención. Este impulso, aunque posiblemente intenso, es breve en el tiempo. No hace falta más ejemplo que el apuntarse a inglés, al gimnasio o a una dieta,…, dura lo que dura. Esa impulsividad también puede ser reflejo de una emoción. Siento algo y me pongo en marcha. Esto dura lo que dura esa emoción. Por eso es tan importante que en la motivación entre la razón. Porque va a ser el elemento que de consistencia, duración, interés y diligencia a la acción. Sólo desde la razón, tras reconocer, ubicar y valorar la emoción, seremos capaces de discernir lo que nos empuja con fuerza hacia una meta concreta de aquello que tan sólo fue ocurrencia/impulso/emoción de un día que al final suele desembocar en decepción. Nos queda por delante mucho trabajo sobre la motivación. Pero lo iremos trabajando poco a poco, sin prisa y sin pausa, con,…, diligencia e interés, durante el tiempo necesario. Os dejo un buen video de Jose Mª Vicedo sobre desarrollo personal. Es un buen comienzo para empezar a pensar en todo esto.