Edificio de las Naciones Unidas en Nueva York
Fotografía: Steve Cadman - Fuente
La reciente cuestión siria ha puesto, una vez más, en entredicho la viabilidad y la conveniencia de una organización como Naciones Unidas. Si anteriormente la ONU podía valerse de una cierta autoridad moral para imponer sus resoluciones y recomendaciones, en la actualidad, cualquier decisión de la ONU se convierte de inmediato en papel mojado y nobles palabras al viento. En Siria, los observadores de la ONU son simplemente eso, observadores. Y tanto las autoridades del actual Gobierno sirio como las fuerzas rebeldes no dudan en continuar la escalada de violencia con la ONU como espectador de primera fila. Siria es el nuevo escenario donde las viejas tensiones entre las potencias han salido a la luz y han demostrado la división existente dentro del Consejo de Seguridad, único órgano de sistema de las Naciones Unidas que dispone de cierto poder efectivo, y el fracaso de un sistema de regulación de la seguridad y la paz internacionales totalmente obsoleto y fracasado.
Cascos Azules en Sarajevo
Fotografía: US Air Force - Fuente
El sistema de funcionamiento del Consejo de Seguridad de la ONU, el más importante dentro de todo el complejo del organismo internacional, es básicamente sencillo. Está compuesto por quince miembros, diez de ellos elegidos por la Asamblea General, el órgano de debate de la ONU que incluye a los 193 países miembros, por periodos de dos años; y cinco miembros permanentes: Estados Unidos, la Federación de Rusia, Gran Bretaña, China y Francia. Cualquier resolución adoptada por el Consejo de Seguridad debe contar con, al menos, nueve votos afirmativos. Y si la decisión es de fondo, no de procedimiento, cualquiera de los cinco miembros permanentes puede vetar la resolución en cuestión. De esta manera, el Consejo de Seguridad, el único órgano que puede adoptar medidas relativas al arreglo pacífico de las controversias (Capítulo Sexto de la Carta de las Naciones Unidas) o adoptar las medidas de acción necesarias para el mantenimiento o establecimiento de la paz (Capítulo Séptimo), está totalmente lastrado por los intereses militares, políticos o económicos de las grandes potencias con derecho a veto.La existencia de ese poder de veto de los miembros permanentes no es más que una lejana reminiscencia de la Segunda Guerra Mundial y del orden internacional surgido tras el conflicto. En la Conferencia de Dumbarton Oaks (1944) se decidió, teniendo en cuenta los sacrificios asumidos por las cuatro grandes potencias (EE.UU., Gran Bretaña, URSS y China), que éstas junto con Francia deberían formar parte del Consejo de Seguridad con carácter permanente y capacidad de veto.
Sede del Consejo de Seguridad de la ONU
Fotografía: Hu Totya - Fuente
No resulta extraño que, por lo tanto, cualquier decisión de peso emanada desde las Naciones Unidas depende de un Consejo de Seguridad condicionado completamente por los intereses de las diversas potencias, intereses que muchas veces se contraponen. El caso de Israel y la cuestión palestina es uno de los más enquistados en el sistema de las relaciones internacionales, considerando que el trío formado por las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos se ha empeñado en frenar cualquier resolución perjudicial para el gran aliado en la región, Israel. Más reciente es el caso sirio, en el que los intereses de Rusia y China en el país han impedido la adopción de una resolución firme para frenar la escalada de violencia.James A. Paul, director ejecutivo del Global Policy Forum, declaraba a la agencia de noticias Inter Press Service (20 de diciembre de 2011) la urgente necesidad de unareforma en el sistema del Consejo de Seguridad “si ha de jugar un papel creativo para la paz y ha de reflejar mejor el mundo que está emergiendo, y que no es el de 1945”. Sin embargo, es difícil que esta transformación sea factible ni a corto ni a largo plazo debido a los ingentes intereses económicos y políticos de las grandes potencias implicadas en las decisiones de este órgano. Mientras, en su informa de 2011, Amnistía Internacionalha denunciado la incapacidad del Consejo de Seguridad para llevar cabo sus metas y sus fines cuando, por ejemplo, los cinco miembros permanentes del Consejo controlan el 70% del tráfico de armas mundial.