El buen lector sabe que no tiene sentido buscar la vida real, la gente real y demás, cuando se trata de novelas. En un libro, la realidad de una persona, de un objeto, o de una circunstancia, depende exclusivamente del mundo creado en ese mismo libro. Un autor original siempre inventa un mundo original; y si un personaje o una acción encajan en el esquema de ese mundo, entonces experimentamos la grata sacudida de la verdad artística, por muy inverosímil que la persona o la cosa puedan parecer al trasladarlas a lo que los críticos, esos pobres mercenarios, llaman la «vida real». No existe vida real para un escritor de genio: debe crearla él mismo, y luego crear las consecuencias.
Hola a todos.
Hoy he querido empezar con una cita. Estas palabras son de V. Nabókov, pertenecen a su “curso de literatura europea”. Hace unas semanas también copié sus palabras para hablar del estilo personal… Pero no quiero desviarme del tema.
La mayoría de las novelas son obras de “ficción”, que no es lo mismo que “fantasía”. Ficción quiere decir que no es real, pero no tiene por qué haber dragones ni extraterrestres. Simplemente, es la creación de un artista, que no se limita a narrar hechos históricos.
Cuando leemos una novela (lo mismo ocurre al ver una peli) nos ponemos en “modo ficción”. Y, por eso, nos “creemos” todo lo que se cuenta ahí. Nos creemos que chicos y chicas muy jóvenes se comporten con una madurez que excede a su edad, y que la gente hable de un modo que no corresponde a lo que escuchamos por la calle. No oponemos resistencia a las muchas “casualidades” que se van sucediendo, ni protestamos cuando todo lo que estaba yendo mal termina saliendo bien.
Nos lo “creemos” todo… Siempre y cuando se sigan las reglas del juego. Esas reglas no escritas que mantienen la sensación de realidad dentro de la ficción, o incluso de la fantasía.
Estamos dispuestos a aceptar que Harry Potter se traslade de un punto al otro del planeta en tan solo un segundo, pero a los fans de la saga nos desconcertaría si, de repente, saliera volando en plan Superman.
No entramos en un libro para buscar realidad, sino para conocer una historia. Es más, el “exceso de realidad” nos produce extrañeza o rechazo. Preferimos nombres poco habituales, distintos a esos que diríamos si no tuviéramos tiempo de pensar. Estamos habituados a un registro que no es el que utilizamos en el día a día, y si un escritor se esfuerza por utilizar un vocabulario y expresiones más cercanos, lo veremos como una copia barata de la realidad. ¿No me crees? Haz la prueba.
Un buen escritor logrará que sus lectores permanezcan siempre en “modo ficción”. Una mala obra nos hará recordar una y otra vez que eso en realidad nunca ha ocurrido. Nos “despertará” cuando lo que queremos es soñar.
Todo un reto para los amantes de la escritura. ¿Te atreves?
Un saludo