Real Madrid 0, Sporting de Gijón 1

El todopoderoso Mourinho hubo de tragarse sus declaraciones sobre la competitividad de un Sporting modesto con un Preciado al frente que sabe vestirse por los pies. Uno, que no es aficionado al deporte rey, encontró desafortunadas las declaraciones del entrenador madridista cuando afirmó que el Gijón salió a perder contra el Barcelona, alineando sus jugadores secundarios, en vez de hacerle frente, con lo que la victoria del equipo catalán perjudicaba de alguna forma a los blancos.

La historia le dio ocasión sobrada de tragarse sus propias palabras, pues, pese a la derrota en el Molinón, menos llamativa que la sufrida por el equipo del portugués, arrancó un empate en el Camp Nou y ganó a domicilio a ese invencible entrenador que llevaba nueve años sin perder un partido en casa. Tuvo que ser el cántabro de voz ronca y palabras claras, quien bajase al ídolo de pies de barro del pedestal en el que fue colocado. El fútbol es un equipo de once contra once, en el que puede pasar de todo, tal vez ahí reside la capacidad de hacer afición. Entre atletas, tenistas o conductores de fórmula uno, rara vez existen resultados distintos a los previstos, pues siempre son fruto del entrenamiento, de conocer las marcas de los rivales y de la técnica que emplean los diferentes bólidos. En el fútbol puede saltar la sorpresa, el resultado inquietante que pone los pies en la tierra a esos que viven en el Olimpo de los dioses, algo que Preciado le explicó a Mourinho de un modo que incluso el portugués fue capaz de entender.