Muchas veces vemos la realidad distorsionada, cada uno según le parece a él. Lo que para mí es blanco resulta que para ti es negro y para él es verde oscuro. Esto sucede porque no hay una única realidad, lo que hay son un montón de convenciones sobre lo que es real y lo que no y todas esas convenciones juntas forman un mundo imaginario al que llamamos realidad. Entender esto es clave para lograr cierta estabilidad mental y no volverse loco.
¿Podemos permitirnos el lujo de ver las escenas del drama de los refugiados y la inmigración en Europa cada día a la hora de la comida y seguir masticando como si nada? Sin duda son las imágenes más duras que he visto en las noticias desde las grandes crisis alimentarias en el cuerno de África y nosotros comentamos lo dura que quedó la carne mientras en la pantalla se suceden los horrores.
Para soportar algo así, por fuerza, debemos creer que no pertenece a nuestra realidad, que no estamos en el mismo mundo y que la cosa no va con nosotros.
Claro que habrá gente que diga “es que yo no veo las noticias mientras como”. Da igual, si no las ves mientras comes las ves después, o antes. El punto es que tenemos estómago suficiente como para tragarnos toda esa mierda y aún así creer que está todo bien y dormir a pierna suelta.
Ahora bien ¿qué podemos hacer nosotros ante semejantes dramas? Pues poco o nada, me parece. En todo caso no lo sé y no me corresponde a mí establecerlo. Lo que sí sé es lo que no debemos hacer y es mirar para otro lado porque si miramos para otro lado estaremos negando el problema y eso sí que no ayuda en absoluto. Por lo demás comer o dormir son obligaciones y placeres que debemos hacer cada día, así que más vale hacerlas con convicción y alegremente para no terminar de volvernos locos, pero sin olvidar lo que está pasando.
El punto está en que, cuando llegue la hora de votar, todos recordemos esas imágenes y vayamos a las urnas con sentido, recordando quién hizo qué y con cuánta celeridad lo hizo. Ahí está nuestra fuerza. Es poco, lo sé, quien quiera, desde luego puede enviar dinero o hacerse voluntario, pero quien no pueda o no quiera, ahí tiene otro camino estupendo: votar, que para eso se inventó el cuento de la democracia y las urnas y las papeletas y todo el rollo.
Gracias a que la realidad es solo una convención establecida por todos, podemos soportar vivir cada día en este mundo. Igual que las leyes. Son cosas en las que nos hemos puesto de acuerdo para que todos las veamos más o menos iguales y podamos seguir adelante porque ¿quién te dice a ti que esa taza es roja? Lo que yo llamo rojo a lo mejor tú lo llamas verde. ¿Cómo saberlo? Pues eso, porque hemos distorsionado la realidad para que a todos nos llegue de la misma forma y podamos convivir.
Luego están los gobiernos de derechas, claro, que ni realidad común ni nada de nada. Ellos sí que miran a los refugiados políticos con una sonrisa dibujada en sus apestosos caretos, teniendo las soluciones a mano pero inventándose nuevas realidades para no aplicarlas jamás.
Lo dicho, por favor, voten con conciencia.