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Realismo sucio, tirando a gris…

Publicado el 22 febrero 2018 por Bypils @bypils

¿Qué es eso de “realismo sucio”?

El realismo sucio («Dirty realism») es un movimiento literario estadounidense desarrollado sobre todo en los años 1970 que pretende reducir la narración (especialmente el relato corto) a sus elementos fundamentales. (Wikipedia)

Lo de “sucio” puede llevar a confusión. Tampoco es nada sorprendente, ya que la etiqueta “ Realismo Sucio” surge de un crítico inglés,  Bill Buford,  que en el año 1983 describe el trabajo de un grupo de escritores norteamericanos (Charles Bukowsky, John Fante, Tobias Wolff, Bobbie Anne Mason, Raymond Carver y Richard Ford, entre otros) diciendo que están rompiendo moldes y poniéndoles la etiqueta de “Realismo Sucio”. En realidad, entiendo que se refiere a historias cotidianas, sin final feliz. Por eso, “sucias”…Yo, de Bill Buford, le hubiese llamado Grey Realism Los grises de la vida, vamos.

“El éxito del Realismo sucio se basa en explicar historias cotidianas a la vida de todos; no son grandes relatos de amor ni de honor, y generalmente, en el texto no se da pie a pasiones desenfrenadas o idealizadas, ni a un humanismo que permita mostrar lo bueno del espíritu, es más bien todo lo contrario. Se trata de mostrar lo real de este mundo desensibilizado y la verdad de las tragedias sociales, son sordas y se resuelven a cada esquina.”

Mis Realismos grises.

Imagina que estás en la cola del súper.

Faltan dos turnos para que te toque.

Antes que tú, hay una mujer y antes que ella, otra. Más mayor.

Realismo sucio, tirando a gris…

 La compra.

Escojo uno de los carritos que hay amontonados en la entrada. Me ha costado encontrar una moneda de 50 céntimos entre toda la miseria que contiene mi bolso.

Entro en el centro comercial y el aire frío me reconforta. Siento mi ropa sudada, adhiriéndose a la piel.

Tengo que comprar chocolate. Ya no me queda ni un gramo.

Me paseo por la zona de perfumería. Me pregunto si es necesario que coja ese tinte para cubrir mis canas. ¿Para qué?

Sigo mi camino. El carrito me guía como si dispusiera de piloto automático. Desde que me abandonaste, todo parece ser así de automático.

Espero en la cola de la línea de cajas. Estoy en la de “Menos de diez artículos”.

Hago un rápido recuento: tres tabletas de chocolate negro, dos cajas de bombones, tres bolsas de patatas fritas, dos botellas de vodka, una botella de vino tinto y un pack familiar de pañuelos de papel.

Joder. Por dos…

 La compra (II)

Es muy mayor. Lleva un vestido gris, desteñido y lleno de pequeños zurcidos.

Por la cinta, va pasando su compra: un kilo de patatas, un puñadito de judía tierna, una malla de naranjas, una lata de atún en aceite, una botella de leche y un paquete de arroz.

La mano que sostiene el monedero, tiembla ligeramente.

La cajera dice : Son 8,59€

La mujer rebusca en su monedero. Cuenta la calderilla. “Sólo tengo 7,68€”.

Tendrá que dejar algo– responde la cajera.

La mujer mira lo que hay en la cinta y tarda un tiempo en decidirse. Aparta la malla de las naranjas.

Son 6,71 €

La veo alejarse, encorvada por el peso de la bolsa, mientras voy colocando mi compra en la cinta de la caja registradora.

Tres tabletas de chocolate negro, dos cajas de bombones, tres bolsas de patatas fritas, dos botellas de vodka, una botella de vino tinto y un pack familiar de pañuelos de papel…


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