Revista Religión
Fernando Alexis Jiménez | Lo dijo Lucía con seriedad, espaciando sus palabras para imprimirle mayor dramatismo al relato: “Yo vi al diablo con cacho, cola y ropa interior”. Un ayuno, un sábado, y todos debimos contener la risa.
Ella prosiguió: “Entonces me levanté del lugar donde estaba orando y tomé en mi mano la espada del espíritu y lo golpee una y otra vez hasta que el arma se quedó pegada a mi mano; sólo descansé cuando vi en el suelo rastros de sangre y comprendí que le había dado una buena zurra al jefe del infierno. Allá estaría en su lugar de refugio, curándose las heridas”, concluyó.
Nadie dijo nada; ni yo. Realmente estábamos a las puertas de seguir orando y antes que entrar a polemizar en ese espacio, creí lo más oportuno, clamar. Lo consideré más productivo y dejar para otro día, el hacer la correspondiente aclaración.
Sin duda, su apreciación obedece más a la imaginería popular que a la realidad, y fue bastante complejo sacarla de su esquema de pensamiento sobre sus convicciones—aun cuando se lo probé por la Biblia—porque en ella e infinidad de personas, pesa más la tradición que la realidad.
Sobre todo, a Lucía le resultó difícil entender que Satanás y su equipo de trabajo no tienen oficinas en el infierno; que por el contrario, ellos irán a ese lugar a condenación eterna.
A diferencia de ella, hay quienes aseguran que el infierno no existe más que en la imaginación de los cristianos…
El infierno es real
Millares de personas de todo el mundo se empecinan en negar la existencia del infierno. Argumentan que se trata de una exageración de los textos bíblicos; sin embargo, ¿es esto cierto? ¿Acaso el asunto del infierno es paralelo a los relatos de ficción? ¿Constituye el infierno un argumento religioso para presionar la conversión de las almas a Cristo?
El Señor Jesús en numerosas parábolas aludió a la existencia real de este lugar al que irán quienes se consideran salvos pero siguen sujetos a la mundanalidad: “…pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 8:12 RVA)
Ahora, los relatos con propósito de brindar una enseñanza espiritual que impartió el Maestro, dejan claro que hay un Ser superior que determina quién irá y quién no a este sitio, a condenación eterna. Refiriéndose a quienes se niegan a entrar en el Reino de Dios, reciben condenación, explicó: “Entonces el rey dijo a los que servían: Aten a este de pies y manos, u échenlo de aquí, a las tinieblas de afuera. ¡Allí habrá llanto y rechinar de dientes! Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos” (Mateo 22:13, 14; Cf. Mateo 13:42, 50; 22:30; Lucas 12:38)
Hasta aquí hemos visto que es un espacio de tinieblas. No obstante, el Señor Jesús también lo describió como un sitio donde hay fuego: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:41, 42)
Será una condena tras juzgar y definir quienes experimentarán sufrimiento por siempre: “Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y crujir de dientes”(Mateo 13:49, 50)
Un comentarista bíblico, al analizar este pasaje, explica que: “Mateo usa con frecuencia estos términos para referirse al juicio venidero. El lloro indica tristeza o remordimiento, y el crujir de dientes, ansiedad y dolor extremos. Los que dicen que no les importa lo que suceda después de la muerte, no tienen idea de lo que dicen. Serán castigados por vivir en forma egoísta e indiferente a Dios”(Biblia de Estudio Diario Vivir. Editorial Grupo Nelson. EEUU. 2010. Página 1249)
Condenados y salvos podrán verse
Cuando estudiamos lo que dijo el Señor Jesús respecto del infierno, encontramos algo más: Aquellos que sufren condenación eterna, serán conscientes de que mientras ellos rechazaron el mensaje de Salvación, muchos estarán por siempre en la presencia de Dios: “Allí habrá entonces llanto y rechinar de dientes, cuando vean a Abrán, Isaac y Jacob, y a todos los profetas, en el Reino de dios, mientras que ustedes son expulsados”(Lucas 13:28 RVA; Cf. Lucas 16:19-31)
Si el propio Salvador Jesucristo aludió en varias ocasiones a la realidad del infierno, y en su condición de Dios hecho hombre, Él no iba a engañarnos, ¿por qué millares de personas se empecinan en negarlo? Por una sola razón: Satanás he cegado su entendimiento (Cf. 2 Corintios 4:4)
¿Satanás gobierna en el infierno?
Si queda claro el hecho de que existe infierno, y que un Ser superior lo dirige—estoy seguro que Dios por lo que dice la Biblia--, cabe preguntarnos: ¿Satanás tiene incidencia sobre quienes irán a este lugar de tormento? La respuesta categórico es un rotundo y categórico no. ¿La razón? Satanás y sus huestes estarán por la eternidad en condenación, justo en ese lugar, como lo explica el apóstol Pedro: “Es un hecho que Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los lanzó a oscuras prisiones, donde se les vigila para llevarlos a juicio”(2 Pedro 2:4 RVC)
El libro del Apocalipsis registra que “El diablo… fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta. Y allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”(Apocalipsis 20:10 Cf. 20:2, 3)
Al comentar este pasaje, un biblista señala que “El poder de Satanás no es eterno; enfrentará su condena. Empezó su obra maligna en la humanidad al principio (Génesis 3:1-6) y la continúa hoy pero nunca se le sacará del lago de fuego y jamás volverá a engañar a nadie” (Biblia de Estudio Diario Vivir. Editorial Grupo Nelson. EEUU. 2010. Página 1840)
¿Quién entonces toma decisiones sobre el infierno? No es el diablo ni toda la corte satánica como enseñaron por muchos años; es Dios quien determina qué hacer en cada caso, como enseñó el Señor Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:28-33)
No son Satanás ni sus colaboradores quienes tienen instalado un despacho infernal para determinar dónde le toca a quienes no reciben a Cristo en su corazón y andan en maldad. Nuestro Padre celestial, justo y amoroso, nos brinda la oportunidad y es quien, en última instancia, determina dónde pasaremos la eternidad de acuerdo con la elección que hayamos hecho de la Salvación o el rechazo demostrado.
Caminar en Dios, es sin duda, el mejor paso que podemos dar sino que nos asegura eternidad en Su presencia. Por esa razón no podemos dejar pasar la oportunidad de abrir nuestro corazón a Jesucristo. Recibirlo como el Señor de nuestra existencia. Constituye el fundamento para el crecimiento personal y espiritual, pero también, la vía para la eternidad.