Despertó por la luz del techo, estaba llena de cables que monitorizaban su ritmo. Escuchaba sirenas y su cuerpo bailaba al son de las caprichosas curvas de la carretera. Ella odiaba los sitios cerrados y profesionales sanitarios de fluorescente ropa la acompañaban durante el viaje. Era todo confuso, como un sueño, solo el dolor intenso le recordaba que estaba viva.
Lo describía como si tuviera una losa en el pecho, una fuerza que le oprimía y se extendía por el brazo izquierdo. Empapada en sudor y con nauseas, sentía que su muerte era inminente.
Hace ya algunas lunas que se separó y su corazón estaba roto. Una isquemia de besos necrosaban un miocardio herido. El amor estaba vestido de negro, y sus orgullosas sístoles olvidaron acompañar a sus solitarias diástoles.
De repente comenzó a fibrilar, perdió nuevamente el conocimiento, un ritmo caótico frecuente en las paradas se adueñó de ella. El médico puso las palas en el pecho, seleccionó la energía y cargó el desfibrilador, disfrazado de cupido chispó ese músculo con abstinencia de “te quieros”. Un choque eléctrico intenso, preciso y rápido estremeció todo su cuerpo, siendo suficiente para reanimar un corazón que hasta ese momento no encontraba sentido para seguir latiendo.
Una descarga de amor la devolvió a la realidad. Recordó su ritmo, lo que sentía con cada contracción y dilatación, su miocardio volvió a enamorarse de la vida.
A veces una chispa es suficiente para provocar un incendio en un corazón con sequía de besos, y ésta siempre aparece cuando menos te lo esperas, a ella ese día le asaltó en aquella ambulancia amarilla.
El equipo continuó con los cuidados posresucitación, enfriando a la paciente, controlando la glucemia y evitando no excederse con el aporte de oxigeno.
Finalmente llegaron al hospital, la paciente pasó directo para su tratamiento de reperfusión definitivo.
Ese día su corazón volvió a ser el motor de su destino. Y su vida recobró el sentido perdido.
En su presente, su corazón sigue fuerte y una sobredosis de “te quieros” invaden su día a día.
Los profesionales que trabajamos en las Urgencias en ocasiones luchamos para reanimar corazones, pero a veces tanto en la vida como en el amor hay miocardios que no pueden ser recuperados, otros sin embargo, si.
{Continuará en el libro Con Tinta de Médico, reflexiones de un médico de Urgencias adicto a la noche}