Revista Insólito

Rebanal de las Llantas

Publicado el 18 noviembre 2020 por Monpalentina @FFroi

El último latir de un pueblo

Aquel día, Rebanal de las Llantas, cerraba su última casa.

Relato de la fotógrafa Piedad Isla

Rebanal de las Llantas

Río Rivera arriba, dentro de "El valle Estrecho", a muy pocos kilómetros de Cervera, una limpia y soleada mañana de invierno, la casualidad nos hizo ser testigos de "el último latir de un pueblo". Aquel día, Rebanal de las Llantas, cerraba su última casa. Nuestra mirada se fue posando con cariño y dolor, como antes lo hiciera cada uno de los vecinos al marcharse, sobre una pared a la que no alcanzó ni piedra, ni ladrillo, ni adobe; un escudo que un día distinguiera a una familia; la vieja cerradura de una casa; la casi ruína de otra; un carro camuflado entre vigas y viejas herramientas; las tablas carcomidas y secas de una puerta.

Rebanal de las Llantas

En una ventana, unas cortinas quemadas por el sol, parecen retener la imagen de los rostros que tras ellas mirasen el camino, los rincones callados para siempre. Sigue la fuente, y cerca de ella, reclinada, la rueda de afilar que solo afilará ya el viento o el sol que la acaricie, en esa tumba que ha venido a quedar sin movimiento. La nieve al deshacerse en los tejados, deja caer, parece, las lágrimas del pueblo. La casa de la parra, que acaso en primavera brotará de nuevo, aunque nadie recogerá las uvas.

Rebanal de las Llantas

Un perro va camino de la casa, que ya por poco tiempo tiene una puerta abierta; hay un poste con cables sin corriente, y allá arriba, la iglesia, que a todos acogió y sigue vigilante, y detrás de la iglesia, el cementerio, con muertas cruces guardianas de otros muertos. Hay colmenas sin miel, y sin abejas, volcadas, acaso por el oso que habita en estos montes, y es goloso. Se ha situado el perro frente a la casa como testigo mudo; salen de ella los últimos vecinos y llevan al brazo las ropas que no tuvieron cabida en las maletas. ¡Quién sabe los adioses mudos que, como una plegaria, van dejando al andar en el camino, en el trozo de tierra que mil veces pisaran!

Rebanal de las Llantas


En el utilitario del hijo que trabaja en la ciudad, van camino del gran anonimato. El perro sigue al coche, de pronto, como si escuchara una llamada, se vuelve y mira el pueblo, retrocede, vuelve a seguir al coche, lucha en su indecisión... por fin, algo que no pudo con otros, lo retiene, y se queda. ¡Quien sabe si a morir en corto plazo! De entre las viejas vigas de una casa semiderruída, sale un gato, que viendo alejarse al coche, emite unos maullidos, suaves, casi imperceptibles, como una despedida.

Rebanal de las Llantas


Y nosotros pensamos que hoy, al caer el día, en un soplo de viento, como un requiem inmenso, se oirán llantos sin lágrimas, vertidos por los hijos de este pueblo.


IMÁGENES: JOSÉ LUIS ESTALAYO

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