Para terminar el curso les propuse un bookcrossing. Hace ya unos años que liberaba libros de la mano de Soraya, quien organizaba la página en España. Siempre te queda el gusanillo de seguir. Mis lectores son aventureros, nunca hay un no por respuesta. Ellos mismos han aportado libros a la liberación, más otros cedidos por el propio centro. Juntos los introdujimos en la web, hicimos oficial la liberación y nos pusimos en marcha escondiendo una veintena de lecturas por el instituto. No querían esconderlos verdaderamente, deseaban los descubrimientos con la mayor brevedad, que fuera una grata sorpresa para sus compañeros al día siguiente, ¡que siguieran las instrucciones! Estaban deseosos de ver cómo esos libros, que ellos habían dejado libres, seguían su ruta y eran encontrados por otros lectores. Querían regalar lectura al mundo, que el resto también deseara historias nuevas. Que temblaran con los personajes, que los adoraran como ellos, que descubrieran que hay páginas más allá de las que serán evaluadas. ¿Lo mejor? El día siguiente. El amanecer de la sorpresa. Ser espectadores de los hallazgos, compartir las caras de asombro de los que encuentran los sobres. Sonreír porque hay alumnos que miran bajo los bancos o encima de los armarios. Sentirse felices admirando a los descubridores del tesoro. Tesoro escondido por ellos. Seguirlos y escuchar sus palabras de emoción. Hacer que la literatura sea mágica y no remunerada con una nota. Repartir historias, vivirlas, soñar con ellas y desear compartirlas. Así es como se quiere a la literatura y ese cariño, creedme, solo va in crescendo con los años.
