Revista Opinión

Rebelión

Publicado el 11 marzo 2010 por Edu_rob
La palabra no suele gustar a todos, porque es signo de mala educación, impropia de ciudadanos a los que se enseñó de mozos el respetable voto de la obediencia. Además, a los animosos que participan en una rebelión se les suele llamar peyorativamente rebeldes. El matiz de después, con o sin causa, sólo dulcifica o agrava el problema.
El caso es que hoy la presidenta de la Comunidad de Madrid ha llamado a las tropas de reemplazo de Hacienda, a los contribuyentes, a la rebelión contra la próxima subida del IVA. Recuerdo a los desmemoriados que la Administración central subirá a partir de julio el IVA general del 16% al 18%, y el reducido del 7% al 8%.
A mi las palabras de Aguirre me han sonado a insurrección, a toque de ‘generala’, y, por un momento, me ha recorrido un airecillo de libertad por la cara. Será la crisis de los cuarenta. O será la crisis de los más de cuatro millones.
De mi periplo militar recuerdo cómo nos aleccionaban contra la sedición; una especia de rebelión descafeinada. Algo parecido a lo que, a mi juicio, nos ocurre hoy a los españoles; al menos a unos cuantos a los que nos gustaría planear un motín contra los que dirigen nuestras vidas; ya saben que en este blog siempre me refiero sólo a los que gobiernan nuestras vidas -y venidas- en sentido económico.
Pero, desgraciadamente, en este terreno no nos solemos sublevar, y si lo hacemos, suele ser en la intimidad, ejerciendo nuestro ardiente deseo de forma pasionalmente muda.
Ortega se refirió a los rebeldes ‘en masa’, a los que tachó de personas incapaces de realizar esfuerzo alguno, ingratos, niños mimados, y cuyo modus operandi consistía en vivir sin sujetarse a norma moral alguna.
Ochenta años después de la publicación de la obra social cumbre del siglo XX, estamos peor. Mucho peor. Igual de mimados, pero además nos hemos aprendido de carrerilla cómo se vive de manera dependiente y con anestesia intelectual, y encima ya nos creemos demasiado mayores para irnos de revuelta.
Quizá la palabras de Esperanza sean sólo un canto a su nombre, un simple juego de palabras biensonantes, pero yo, por un momento, he querido alistarme voluntario a esa guerra perdida y desfilar por anticipado en honor a la memoria de los trabajadores y empresarios que, con la subida de impuestos, se verán obligados a redoblar su esfuerzo por la patria. Y a cambio de nada. Y a cambio de todo.
Y ni siquiera sonará un emotivo himno militar al final como distinción a su pacífica lucha.

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