La rebelión es un rechazo de la autoridad institucionalizada a la que en ocasiones pueden recurrir los ciudadanos hastiados, hartos, indignados o desesperados por el comportamiento de sus dirigentes, democráticos o no. Es una opción legítima del pueblo cuando la presión se le hace insoportable.
-Sería rebelión que los ciudadanos de Gerona, enfadados por una semana sin fluido eléctrico, asaltaran las oficinas de las empresas eléctricas y robaran el cobre de los cables del tendido eléctrico que no les reponen.
-Sería rebelión que los ciudadanos españoles, hartos de la corrupción, apedrearan las sedes de los partidos políticos y se apropiaran del contenido de cajas B, coches de lujo y comisiones.
-Sería rebelión que los ciudadanos, indignados por la ineptitud de la justicia, asaltaran los juzgados y las instituciones de gobierno de los jueces y quemaran los expedientes de las querellas, denuncias y embargos.
-Sería rebelión que los pequeños comerciantes, desesperados por la falta de financiación y de créditos para sanear sus negocios, asaltaran las oficinas de esos bancos que reparten bonus y jubilaciones de oro entre sus directivos y dinamitaran las cajas fuertes para llevarse los millones de euros que crían telarañas en los estantes y las cajas de seguridad.
-Sería rebelión que los feligreses católicos irrumpieran en el Vaticano y las parroquias de barrio para apalear a los curas pederastas que se ocultan bajo los faldones del Gran Virón.
-Sería rebelión que los vecinos de Valencia, indignados por el proyecto municipal de derribar el histórico barrio del Cabanyal, se congregaran ante el consistorio para teñirlo de rojo a tomatazos podridos.
-Sería rebelión que los pacientes que se mueren poco a poco en las interminables listas de espera ocuparan las consejerías de Sanidad y los hospitales e hicieran una pira con expedientes médicos, radiografías, electrocardiogramas y demás resultados clínicos.
-Sería rebelión que los vecinos de Madrid, cabreados por los baches que acribillan las calles de la capital, cavaran una zanja de cien metros de ancho y otros cien de profundidad entorno al ayuntamiento.
Todos estos supuestos casos podrían ser calificados de rebelión. Rebelión popular, en este caso.
Sin embargo, cuando desde una institución pública, ya sea militar o civil, se incita a la rebelión, se llama golpismo. Porque las personas que ocupan cargos públicos tienen la obligación legal (y moral) de cumplir y hacer cumplir las leyes, y además cobran por ello. Forman parte del Estado. Y si hacen llamadas a que los ciudadanos incumplan las leyes, es decir, a que delincan, están subvirtiendo el funcionamiento del Estado al que se han comprometido defender. Puro golpismo.