Hoy aprenderemos cómo cocinar un buen historiador.
Que no, que es broma: no hacen falta cosas bonitas.
ALLÁ VAMOS.
Eric Hobsbawm Tenga cuidado con la mirada del historiador: puede embarazarle.
Lo primero que cualquier chef te dirá es que para cocinar un buen historiador hacen falta fuentes primarias de calidad.Por supuesto, no podemos dejarnos llevar por bulos sobre la materia prima que utilizaremos. Solo trabajaremos con el mejor ganado histórico disponible, a ser posible tierno y libre de prejuicios. Pero no nos liemos, vayamos a lo importante: ¿cuáles son los ingredientes?
Lista de ingredientes:
Cabeza estándar (cualquier modelo servirá).
Codos raspados y enrojecidos. Las horas de estudio se tienen que notar.
Vértebras bien crujientes.
Gafas gruesas y/o barba desaliñada para el modelo masculino.
Un buen pelo revuelto siempre quedará bien para un modelo femenino.
Una estantería de libros polvorientos que amenace con matar al que pase por debajo (nota: ponemos lo mínimo necesario. Si quiere lograr un plato ideal, aumente la dosis hasta al menos una biblioteca de calibre medio).
Altas dosis de cafeína y azúcar.
Un saco de crítica fresca.
1 litro de obsesión concentrada.
Si queremos un regusto arqueológico necesitaremos, además de lo ya señalado, al menos uno de los siguientes ingredientes (pero el resultado mejorará cuantos más añadamos):
Arena al gusto.
10 litros de sudor.
Una bolsa de grasa hasta alcanzar la circunferencia abdominal necesaria.
Entre litro y medio y siete litros de alcohol (dependiendo de los gustos y del aguante del consumidor).
Coleteros y/o pañuelos y pantalones extremadamente cortos (en el caso femenino) y centímetros extra en la pelambrera de la barba (en el caso masculino).
Ropa vieja, a ser posible rota y a un paso del contenedor. Lo ideal son ropas que ya hayan sido utilizados como trapos de limpieza.
Manuel Tuñón de Lara. Aquí uno de los mayores espectáculos de la naturaleza: un historiador desentrañando un misterio bibliográfico.
Procedimiento de elaboración:Primer pasoEn primer lugar necesitaremos un buen recipiente: la biblioteca universitaria más cercana será una buena opción. La limpiaremos de apuntes de esos que dejan los estudiantes para guardar el sitio e introduciremos los ingredientes principales, que compondrán la base del plato, a saber: la cabeza, los codos, los libros y la crítica.Segundo pasoOjo, cuidado con el asunto de los libros. Se pueden mezclar ensayos de distintas temáticas, pero está contraindicado excederse en los ámbitos que queremos que nuestro plato alcance. El sabor será más puro si nos centramos en dos o tres campos históricos. Así, podemos añadir, por ejemplo, ensayos sobre fascismo y totalitarismos, vida cotidiana en la Edad Media y religión romana. Hemos sido muy precisos, pero es que suele ser lo más efectivo. El que mucho abarca, poco aprieta. Además, esto nos ayudará en el cuarto paso.Tercer pasoAderezar con vértebras bien crujientes (siempre será mejor si están fritas con respaldos incómodos de sillas infernales) y gafas y/o barba. Como hemos indicado, si queremos el modelo femenino, el pelo revuelto siempre es una buena opción. Las ojeras valen en ambos casos, igual que las gafas.Remover la mezcla durante al menos dos años.Cuarto pasoEn este punto, con la mezcla bien homogénea, añadiremos las altas dosis de cafeína y azúcar para que actúen como conservantes, ya que la masa resultante no aguantará el tiempo que resta para terminar la receta en caso de no utilizar estos ingredientes.Para terminar este paso tenemos que introducir el litro de obsesión. Es importante para que el plato salga bien, ya que sin la obsesión nuestro historiador no se convertiría en ese enfermizo coleccionista de miles de libros sobre unos pocos temas. Recuerden que lo que buscamos es un bebedor compulsivo de páginas que repitan lo mismo desde diferentes puntos de vista.Remover la mezcla durante, al menos, dos años más.
Jacques Le Goff. A veces los historiadores pueden llevar accesorios, como una pipa.
Quinto paso (opcional, solo para niveles arqueológicos)Tras el tercer paso, añadir la grasa, remover con intensidad y vestir la mezcla con los accesorios y vestimentas señalados en los ingredientes para arqueólogo.Introducir la arena en los lugares más insospechados y rociar con alcohol. Por último, dejar rebañando toda la mezcla en sudor durante al menos dos horas. El olor debería resultar inconfundible cuando sirvamos el plato, y alcanzar las fosas nasales de cualquier comensal que se encuentre a diez metros de distancia. Entonces, estará terminando. Voilá. Rico, rico y con buena metodología. Tengan cuidado y viertan los ingredientes en el orden correcto, no queremos más pseudohistoriadores por ahí pululando.Nota final: el historiador es un plato en constante preparación. Cuanto más tiempo lo dejemos bañado en celulosa mejor gusto alcanzará. Estamos hablando de años de maceramiento, pero les aseguramos que merece la pena. Eso sí, llegado el momento adquirirá un regusto apolillado difícil de quitar, pero les aseguramos que podrá llegar a acostumbrarse al sabor. Advertencia: si lo que usted busca es hacerse rico escribiendo libros de Historia, olvide esta receta y busque en alguna facultad de periodismo.