Revista Opinión

Reciclarte: El arte de decir

Publicado el 06 noviembre 2019 por Carlosgu82

El arte de decir es un concepto que nació en boca de mi hijo, Camilo. Creo que alguna vez fuimos artistas desde el inconciente, allá en la infancia, donde jugar a las palabras es más sincero y más fácil. Dejo aquí la primera entrega de tantas habladurías que el pequeño me ha regalado, enseñandome así a volver a jugar con las palabras. El único artista en este juego es Camilo, quien hoy a penas camina los 8 años de edad y me sigue sorprendiendo con el maravilloso don de decir: hay que decir, pura y exclusivamente, cuando tengamos algo más interesante que decir que el silencio. El silencio: esclavo de todas las palabras.

El arte de decir: Lo que quiero ser cuando sea niño

Camilo tiene siete años y no es porque yo sea el padre pero es el changuito más hermoso que vi en mi vida. El aún no lo sabe pero el día que se ponga a escribir yo voy a renunciar a las palabras, o mejor aún, voy a aprender de el porque es un maldito genio.
Ocurrió una tarde de paseo como ocurre cada vez que el pequeño saca a relucir su genialidad: en un momento de distracción le hago la pregunta más inútil que un padre le puede hacer a su hijo:

– Hijo ¿ Que queres ser cuando seas grande?

El chango convirtió la burda curiosidad en una agudeza envidiable:

– Quiero ser nuevo, papá.

El changuito me puso en jaque, como siempre y cada vez que me distraigo.
En ese momento yo debi resolver en cuestión de segundos entre divagar en el inverosímil mundo que desafia lo establecido o mantenerme al margen, atascado en mis capacidades de un madrado padre de pleno siglo veintiuno. Opte por la primera opción y replique:

– ¿ Nuevo ? ¿ Cómo es eso de que queres ser nuevo ?

Como sabiendo que yo había entrado en su universo paralelo el changuito disparo sin titubeos:

– Si,nuevo. Porque si me hago viejo me muero y me voy al cielo.

Jaque mate, pensé. Un silencio abrumador invadió la tarde y solo atiné a agarrar fuerte de su manito y continuar el itinerario.
El día empezaba a dar sus primeros bostezos y las hamacas en las plazas destinlaban su aroma a roble.
Cuando pensé que la catedra había concluido el pequeño granuja terminó de pasearme con una estocada gramatical inconcebible:

– ¿ Y vos papá? ¿ Que queres ser cuando seas niño ?

Bastardo y eterno, sea mi hijo.


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