Revista Cultura y Ocio
Para cumplir con la difícil papeleta de sustituir el recital previsto de Edita Gruberová, el Teatro de la Maestranza ha traído a una de las cantantes que más rápidamente se han situado en primera línea durante la última década, la mezzo letona Elīna Garanča. A pesar de la desconfianza que suelen inspirarme los nombres tan respaldados por la publicidad de las discográficas, lo escuchado hasta ahora en disco me pareció del suficiente interés para hacer el viaje.
- Mozart: Non so più ("Le Nozze di Figaro") y Parto, parto ("La Clemenza di Tito")
- Schumann: Frauenliebe und-leben
- Falla: "Siete Canciones Populares"
- Saint-Saëns: Mon coeur s'ouvre à ta voix ("Samson et Dalïla")
- Bizet: Habanera y Seguidilla ("Carmen")
- Chapí: Romanza de Socorro ("El Barquillero") y Carceleras ("Las Hijas del Zebedeo")
En primer lugar hay que hablar del programa elegido, pues no deja de ser un tanto incoherente; está bien que para presentarse ante un público uno quiera mostrar toda su versatilidad, pero pasar de Mozart al Lied y Falla, continuar con dos arias de ópera francesa y por último romanzas de Zarzuela parece un collage más bien difícil de ensamblar. Para remate, dos propinas tan desconcertantes como "Granada" y "Marechiare" (con un bonito trino de adorno). Parece haberse establecido entre las nuevas generaciones de cantantes esta costumbre de alternar repertorios casi antitéticos, como si fuera una declaración de principios contra la especialización.
La voz de Garanča corresponde a la de una mezzo aguda, de indudables amplitud y solidez, pero en esencia lírica. El timbre es muy bello aunque no personalísimo o inconfundible. La técnica de emisión es muy buena y esto es algo que ya la distingue de la mayor parte de cantantes que se presentan ante el público en la actualidad. El control de las dinámicas en cualquier altura es casi pleno y no fuerza nunca, lo que redunda en que el timbre mantiene su morbidezza en todo momento. Sólo se percibe alguna impureza en ciertos ataques con inflexiones guturales y en una dicción un tanto borrosa. El color es de mezzo sin trucos, el agudo amplio y fácil, capaz de llenar la sala pero sin squillo, y el grave bien resuelto y soldado al centro. Es decir, no estamos ante la típica soprano corta que se hace pasar por mezzo creándose un registro grave mediante resonancias espurias.
Además se trata de una intérprete que gana mucho en vivo, pues mostró una variedad de registros sobresaliente, pasando del recogimiento de la primera parte (Lieder y Mozart) a la extroversión de la segunda (Falla y sobre todo la Zarzuela). Frente a la monotonía de su último disco dedicado al belcanto romántico, el recital se caracterizó por la variedad de acentuaciones, la propiedad con que se adaptó al carácter de cada pieza y la capacidad para alternar lo íntimo con lo extrovertido, lo melancólico y lo exultante, lo culto y lo popular, lo camerístico y lo teatral.
Su timbre juvenil conviene a los papeles en travesti de adolescente, complementándolo con un canto nervioso, inquieto, ágil. Estuvo más cómoda en "Non so più" que en "Parto, parto", cuya sección final contiene vocalizaciones donde la voz perdió presencia, como si destimbrara para afrontarlas. Este defecto también se apreciaba en los pasajes floridos del citado disco. Es una cuestión técnica que podría solucionar manteniendo el apoyo correcto.
El bellísimo ciclo de Schumann recibió una interpretación sensible e inteligente. No se trataba simplemente de una cantante de ópera haciendo Lied: G. sabe bien lo que tiene entre manos y lo mostró a través de la contención de los medios y la expresión justa. El ciclo alcanzó en "Nun hast du mir ersten Schmerz getan" una atmósfera de intimidad muy meritoria.
En las Canciones Populares de Falla la falta de nitidez de su dicción se manifestó con más relevancia, pues apenas se le entendían palabras sueltas. Cantar bien con una dicción nítida es cosa de maestros: Garanča canta bien, muy bien de hecho, pero en este apartado tiene algo que mejorar. Sin embargo cada pieza gozó de sorprendente adecuación de estilo, destacando la genuina gracia de la "Jota". La última, la desgarrada "Polo", quizá le resulte demasiado grave .
Las únicas arias de ópera de la segunda parte cumplieron la expectativa que tuve en la primera: la de que siempre había una reserva de voz que se guardaba para el momento en que fuera necesaria. El inicio del aria de Dalila fue un poco extraño, empezando por el tempo presuroso, que pareció poco adecuado para un fragmento de ese abandono sensual. La voz recorrió con suficiencia la tesitura grave (en realidad de contralto) del aria y se desplegó en toda su belleza en la franja aguda. Incluyó en la conclusión la puntatura habitual (que está escrita en la particella de Sansón) pero tomándola en un bello piano; eso sí, con toda una nota de apoyo, un portamento demasiado ostensible. Estuvo refinada en la ejecución de las canciones de Carmen, salvo por la manía de alterar las ligaduras en la Habanera, haciendo portamenti que luego la obligaban a tomar aire a destiempo. Se nota la cercanía de las exitosas funciones londinenses en la intención teatral del acento. Menos convincente los "Tra la la" de las Seguidillas.
En las romanzas de zarzuela estuvo magnífica, incluso mejorando su dicción. Es de verdad sorprendente la chispa, la gracia y la intención que les da, con una implicación emocional insólita en un cantante extranjero. En "Cuando está tan hondo" además hubo detalles canto de escuela, como un agudo regulado de forte a piano fácilmente. Más dudosos los trinos, acusadoramente glóticos, al final de "Al pensar en el dueño de mis amores".
Además ser una mujer muy guapa, sabe estar en el escenario y acompañar el canto con una gestualidad económica pero atrayente.
Por último, una reflexión sobre el cambio de repertorio que Garanča supuestamente va a realizar hacia papeles de más peso, lo que viene a significar Verdi. Quizá sería conveniente que fuera progresivo y sin precipitación, puesto que a pesar de su solidez ésta es una voz lírica. Tampoco parece que esta nueva orientación sea una excusa para dejar sin corregir los problemas en las vocalizaciones: hay que recordar que también personajes como Azucena y Éboli tienen pasajes de agilidad. La técnica correcta es válida para todos los repertorios.
Charles Spencer es un estupendo acompañante: sostiene y arropa, pero también distingue planos e intensidades. En la primera parte interpretó un luminoso Adagio en si menor de Mozart.
Lo peor de la noche el otro acompañamiento (el de las toses) durante "Frauenliebe und-leben", liderado desde patio de butacas por una destacada solista.
Muy disfrutable. Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.