Revista En Femenino
Creo que todos tenemos claro cuál ha sido el tema estrella de la semana, la historia que nos ha tenido a todos entretenidos, alejando de nuestra cabeza y nuestras preocupaciones los verdaderos problemas de los ciudadanos de este país y, especialmente, los de la ciudad de Madrid.
Ni de lejos voy a hablar sobre ello, me cansa, me asquea, me repugna, tanto lo que leo escrito hace 4 años como que eso se utilice hoy en día como cortina de humo mientras otros se llevan el dinero impunemente. No sólo no terminan en prisión, es que tampoco dimiten ni les echan de sus altos puestos. Así que para mí, todo esto es una pantomima más del deficitario sistema democrático que tiene este país. Y una muestra más de que se nos llena la boca de hablar de la libertad de expresión pero nadie, y digo nadie, sabe marcar límites o, simplemente, defender con argumentos si deben existir dichas restricciones o no.
He sacado el tema a colación porque mientras todos hablaban de judíos, exterminio, Holocausto, etc, yo leía sobre ello. Ha sido pura casualidad, ni siquiera sabía de qué iba el libro que tenía entre mis manos, pero su portada me llamó tanto la atención que no pude evitar comprarlo y leerlo casi de un tirón. Y me ha impresionado tanto que no puedo por menos que compartirlo con vosotros.
La novela se llama Charlotte y su autor es David Foenkinos, escritor que entró hace unos años en mi top de narradores y no se ha apeado de ahí. Uno de sus libros, La Delicadeza, es uno de mis favoritos.
Pues bien, el libro es una personal biografía de la pintora Charlotte Salomón, una artista que sólo tuvo tiempo de publicar una colección, pero que logró fascinar a miles de personas muchos años después de su muerte. La portada, como no podía ser de otro modo, es uno de sus autorretratos. Era una judía en la época nazi, así que creo que no os destripo mucho si digo que murió (más bien fue asesinada) a la tierna edad de 26 años. Reconozco que no tenía ni idea de su existencia, ni de ella ni de su obra, pero el libro es una declaración de amor tan apasionada, una narración tan desgarradora que no he podido por menos que investigar. ¡Me alegro tanto de haberlo hecho!.
Cada una de las imágenes que aparecen en la pantalla de mi ordenador cobran vida a una velocidad asombrosa. Tras conocer su historia vital, ver sus cuadros se convierte en algo así como en ser un visitante de excepción a esa terrible época en la que las creencias religiosas hicieron que una gran parte de la humanidad gasease, torturase, aniquilase, a otra parte enorme. La descripción que hace Foenkinos de los campos de concentración, de los de internamiento en Francia... sin dramatismos, sin detalles morbosos, sin extenderse, consigue que la piel se erice, el corazón se pare por unos segundos y sobre los hombros del lector caiga todo el peso de la maldad que algún día habitó este mundo y se desarrolló y arraigó en unas ciudades muy parecidas a las nuestras, que por aquel entonces también vivían su propio duelo y dolor. Pero incluso en una forma de vida muy similar a la que ahora mismo mantenemos, personas que se levantan para trabajar, se enamoran, cuidan a sus hijos, van a ver a sus padres...
Todo el libro está escrito con puntos y apartes. Ninguna frase tiene más de 20 palabras. Parece un verso interminable, pero no lo es. O sí, un verso que no rima pero estremece. Una narración de un mundo nauseabundo y cruel realizado con una delicadeza exquisita. Lo que daría por escribir algún día algo así.
Ese era el mundo que ahora sirve como excusa para hablar de concejales, Twitter, dimisiones y cuestiones políticas. Gracias al cielo, esa época pasó y ahí está para recordarla y tratar de no volver a ella jamás. Pero a veces me pregunto si los humanos hemos evolucionado tanto, si realmente en lo esencial hemos dejado de ser seres hambrientos de poder y dispuestos a lapidar a cualquiera que no piense como nosotros. La vida de Charlotte fue la peor vida que nos podemos imaginar, sin duda... la pena es que los que nos gobiernan no cierren a veces la boca y se dediquen a ilustrarse, a leer, a ponerse en la piel de los que les antecedieron, a entender las barbaridades que se cometieron, en la Segunda Guerra Mundial, en la Guerra Civil, en las que está ocurriendo ahora mismo en Siria, países árabes... en lugar de recurrir a la demagogia barata para arañar un voto más y mantener sus uñas ancladas en el sofá del poder y el dinero.