Revista Cultura y Ocio

Recomendando clásicos iv: las 1001 noches

Publicado el 31 julio 2020 por Pilar Querencia @EremitaLa

Tengo tanto, tanto calor, que no paro de sentirme en el desierto. Aunque es curioso; cuando estuve en el Sahara no recuerdo que me sobrara para nada un jersey negro jaspeado sobre camiseta y vaqueros… he estado en Moscú a 20 grados bajo cero y sin embargo el frío más intenso que recuerdo haber pasado en mi vida fué en una jaima en pleno desierto tunecino por la noche… por mucho cántico para niños que nos enseñaran los beduinos alrededor de una hoguera… Alah Akhbar, Sidi Mansour, Ia baba… Por cierto, no es práctico arroparse con mantas en tal situación. Es muy poético, pero de las hogueras saltan chispas, y chispas y mantas… total que quieres dormir al raso pero te vas a la jaima por peligro de combustión…

Tampoco es muy lírico viajar en 4 x 4 entre las dunas llevando un corderito vivo monísimo cuando te dicen que, como vas a adentrarte hasta donde no llega la civilización, será tu cena… En fin, perdonadme que divague, solo son recuerdos de Al-Sahra (El Desierto. Sí, esa es su traducción. Literalmente)

Aún así, uno no debería morirse sin adentrarse en esa inmensidad de arena que aterra tanto como fascina, sin sentir en el cuerpo la sensación de dejarse caer rodando desde lo alto de una duna y acabar rebozado cual croqueta en arena finísima con matices de colores alucinantes… Vale, que divago aún más.

Y es que cuando mi mente vuelve a tales recuerdos, al desierto, a los zocos laberínticos, a los corrillos de mujeres veladas sentadas en un patio en Khan-Al-Khaliili, a la fiesta de todos los sentidos en un atardecer en ramadán, cuando la vida vuelve y el cuerpo y el alma abandonan por unas horas el ayuno, pienso inevitablemente en las 1001 Noches.

Todos, y digo TODOS vosotros conocéis gran parte de esta obra maestra de la literatura que el diplomático y orientalista Galland (1646-1715) dio a conocer a Occidente recopilando cuentos árabes, comenzando por los encontrados en un manuscrito sirio, y los transmitidos oralmente por un maronita en Alepo.

Lo afirmo tan convencida porque quién no recuerda a Scherezade, contando cada noche un cuento al rey persa Schahriar, su esposo, que dejaba inconcluso al amanecer para no perder la cabeza de un alfanjazo, dado que el hombre había decidido que ponerse el turbante llevando una bonita cornamenta no era cómodo, y para no correr riesgos se casaba con una por la mañana, y cuando ya había satisfecho sus necesidades varoniles, cabeza de la chica fuera y a otra cosa, mariposa (se ve que ni de los eunucos se fiaba, aunque ya se sabe, hay una leyenda urbana que escuché en Topkapi que dice que la lengua de éstos era prodigiosa).

Y así pasaron 1001 noches noches con sus 1001 cuentos, que comienzan con la historia de Schahriar y Scherezade y terminan con la misma, con ambos ya padres de dos hijos y la reina Scherezade indultada del castigo, para alivio de las mozas del lugar.

Y si no habéis oído esta historia, aunque sea por el Señor Walt Disney o porque a todos nos lo han contado nuestros papis antes de dormir, seguro sabéis de los viajes de Simbad, de Ali Baba y los 40 ladrones, de Aladino… Pues sí. Son cuentos de las 1001 noches ¿A que flipa?

Y a pesar de que lo conozcáis, yo os invito a leerlo en la fuente original (bueno, más o menos, la original de verdad probablemente solo la tenga aquel maronita de Alepo). Porque es una delicia – árabe. no turca, que si a un turco le relacionas con un árabe igual no terminas muy bien – . Te traslada a las noches del desierto, te hace encontrarte con los malvados djinns que hoy conocemos como genios, y con criaturas míticas; corres aventuras, escuchas música con la imaginación mientras lees, tu olfato se llena con aromas de mil especias que hacen que sueñes con bazares lejanos.. Te sientes a veces un Sultán como Schahriar escuchando a su esposa, o una pequeña Doniazada, hermana de Scherezade, escuchándola desgranar maravillada leyendas, tradiciones, fantasías…. Como si fuera no ya un libro de viajes a lugares exóticos, sino una alfombra mágica que hace que tu imaginación vuele allá donde la narradora quiera llevarte.

¿Sabíais que Calleja incluye algunos de estos cuentos en su obra? Sí sí, los Cuentos de Calleja, de donde sale eso de Tienes más cuento que Calleja que te decían tus abuelos. ¿Sabías que Blasco Ibáñez, el de La Barraca, publicó una traducción del libro? ¿Que Rimski Korsakov musicó a Scherezade?

Os recomiendo encarecidamente leerlo, por mucho que conozcáis gran parte del contenido, porque es una experiencia para los sentidos.

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Y aquí La Eremita se sienta en la posición del loto sobre una alfombra plata y añil, pronuncia con fuerza en voz alta ¡Shazam! y alza el vuelo hacia la luna roja que ilumina un palmeral allende las dunas.


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