LEA: 1 Corintios 9:24-27 | La gimnasta ucraniana Larisa Latynina tenía el récord de 18 medallas olímpicas, las cuales ganó en los Juegos Olímpicos de 1956, 1960 y 1964. Este récord de 48 años de duración fue superado cuando Michael Phelps nadó para ganar su decimonovena medalla en la carrera de relevos de 4 x 200 metros de estilo libre en los Juegos de Londres de 2012. «[Latynina] en cierto modo se perdió en la historia», declaró el periodista de la revista International Gymnast. Cuando desapareció la Unión Soviética, «nos habíamos olvidado de ella».El apóstol Pablo nos recuerda que, a veces, no se tiene memoria del trabajo arduo. Los atletas someten con esfuerzo sus cuerpos a disciplinas intensivas al entrenarse para ganar medallas perecederas (1 Corintios 9:25). Pero no se trata solo de las medallas… con el tiempo, el recuerdo de esos logros disminuye y desaparece. Si los deportistas pueden sacrificar tanto para obtener recompensas terrenales que finalmente se olvidarán, ¿cuánto más deberían esforzarse los seguidores de Cristo para ganar una corona imperecedera? (1 Timoteo 4:8).
El sacrificio y la determinación de los atletas se recompensan con medallas, trofeos y dinero. Pero más grandioso es que nuestro Padre celestial premia la disciplina de sus hijos (Lucas 19:17).
Dios nunca se olvidará del servicio que hagamos por amor a Aquel que nos amó primero.
Los sacrificios para el reino siempre son recompensados.
(Nuestro Pan Diario)
