Yo soy una de esas personas raras, que no me gusta el mar, bueno creo que ahora es justo decir, que no me gustaba.
Recuerdo las vacaciones con mis padres y mi hermano, ir a la playa y no disfrutarlo. El recorrido desde el hotel o apartamento, a la playa, con las sillas, la sombrilla, las toallas, etc, se me hacía eterno y si a la ida era largo, a la vuelta era peor aún. Porque además de volver a llevar todas las cosas, yo iba escocida por la arena pegada y la sal del mar.
Recuerdo que mi padre se esforzaba porque yo me lo pasara bien, hacía volcanes con la arena, hacía castillos, túneles, pero que queréis que os diga, no me gustaba nada de nada. Yo siempre he sido gordita, con dermatitis en mi piel y el mar salado y la arena me fastidiaban. Mi madre huntándonos de crema, cosa que odiaba.Mis padres me animaban a meterme en el mar y a veces lo hacía, pero nunca me convenció ir a la playa.
Ahora queríamos llevar a Lola. Lo decidimos hace unos meses, ir en junio y la verdad es que después de los últimos acontecimientos, deseaba que llegara el momento de ver el mar y descansar.
Por fin nos fuimos unos días a la playa y aunque ya os he contado lo que no me gusta el mar, estaba ilusionada porque Lola lo viera. Nunca habíamos estado con ella y deseaba con todas mis fuerzas que lo viera y lo disfrutara. Acompañarla en esa nueva experiencia, me apetecía mucho.
El primer día, flipó con el mar, incluso saltamos las olas con ella. Pero realmente notamos que le daba algo de miedo, a pesar de estar acompañados por nosotros. Aún así, la arena la disfrutó, la tocaba, el mar rozaba sus piececillos.
El mar fue el escenario de paseos por la noche y también de un picnic, algo que nos apetecía hacer con Lola y que pensamos que a ella también le gustaría.
¿Y cómo estaba yo con respecto al mar?Pues sinceramente muy bien, estuve muy a gusto, contenta de poder tocar el agua y la arena. Me metía en el mar siempre que bajamos a la playa, me mojé el culo, incluso llegué al cuello. Me encantó sentir ese frescor. Fue algo que necesitaba hacer. Reconciliarme con el mar. Me pregunto por qué no disfrutaba cuando iba con mi familia.Supongo que era la rebeldía de cuando era niña y adolescente, que todo lo que me proponían mis padres no me gustaba.
Estoy contenta, porque ir a la playa con mi familia, mi marido y Lola, ha sido muy ilusionante. Nos ha servido para desconectar, incluso había momentos que no sabía en qué día vivía. A mi me ha ayudado a calmarme con el mar.
Lola en una ocasión dijo en la playa: "mamá, el ruido del mar, me relaja". Y es cierto, la tensión baja, y las pulsaciones también.
Me alegro de haber ido a la playa. Espero ir pronto y mojarme el culo otra vez.