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Hace poco me reencontré con una amiga que se había mudado a otro país con su marido y sus hijos de corta edad. Es una mujer atractiva, simpática, que además siempre se ofrecía a cuidar de mis hijas cuando yo tenía que trabajar. Cuando éramos vecinas de la misma ciudad, la recuerdo siempre con sus hijos a cuestas, excusando a su marido, que no estaba nunca en casa, ni entre semana ni los fines de semana, ni de día ni de noche. Bueno, si estaba en casa de día, estaba durmiendo.“Es que pasó mala noche”, me explicaba ella.Un día me confesó que él no era muy amable en general, pero no me dio detalles. Otra tarde que nos juntamos para que los niños jugaran, mientras ella daba el pecho a su bebé, se le escapó una lágrima cuando me contó que su marido le gritó porque ella le pidió que cambiara el pañal a su bebé.Se mudaron a su país, y por e-mail ella me contó que se habían separado. Me alegré, claro. Pero en su visita reciente a Florida, mi amiga me contó que estaba pensando en volver con su marido. En esta ocasión me relató todo tipo de malos tratos por parte de él. A saber: - Ella se puso enferma con gripe aviar y él le gritaba a diario, diciéndole que se levantara de la cama porque él ya no podía cambiar un pañal más.- Ella le pidió una noche que dejara el ordenador y se sentara a cenar con la familia. El se levantó de su asiento, la agarró por el cuello y la empujó contra la pared. “Dímelo otra vez. Anda, ¡atrévete!” dijo él.- Una noche ella entró al dormitorio donde su marido supuestamente intentaba dormir al hijo mayor, y se encontró con el niño llorando y con moratones en el pecho y los hombros. Él le dijo que le dejara en paz, que no había pasado nada.- Él la acusaba de no tener la casa limpia, de no trabajar, y al mismo tiempo de dedicarse demasiado a los niños.- Un día la amenazó con el puño, después de tirarla al suelo, mientras ella tenía en los brazos a su bebé.Me parecieron más que suficientes motivos para no sólo no volver con él, sino para denunciarlo por malos tratos. Mi amiga me respondió que se sentía mal por los niños, y que quizá sería mejor que vivieran también con el padre. Además, el había prometido no volver a hacerlo.Me dio rabia pensar que mi amiga que tiene una carrera universitaria, que es guapa por dentro y por fuera, una amiga excelente, una madre dedicada, y muchas más cosas buenas, no se diera cuenta de que no es normal ser maltratada en una relación.Después de una seria conversación, antes de que ella marchara de nuevo a su país, me prometió buscar ayuda psicológica. Todavía duda de si ella tuvo alguna vez la culpa de ser maltratada. Además, me dijo que lo suyo no era tan terrible. “Nunca he sangrado ni he tenido que ir al hospital”, argüía. El primer paso en semejante situación es reconocer que eres víctima de violencia doméstica, porque sólo reconociendo la gravedad de la situación serás capaz de resolverla. No es fácil, pero se puede. Si te gusta este blog, añádete a mi página de Facebook.Para saber más de mis libros, visita www.lorrainecladish.com