OBRAS
RECONVERSIÓN DE UNA NAVE AGRÍCOLA EN CASTRONUÑO · 07/06/2018
A mediados del siglo pasado, con el auge de la agricultura, los entornos de muchos núcleos rurales se vieron invadidos por naves auxiliares para los trabajos agrícolas. Generalmente eran edificaciones a dos aguas, construidas con muros de carga, ligeras cerchas metálicas y cubierta de “uralita”. Esta tipología ha llegado a caracterizar los bordes de muchos pueblos, definiendo un nuevo paisaje que, en ocasiones, rompe la imagen tradicional y homogénea de estos núcleos; desencuentro acrecentado por el color blanco con el que se pintaban, alterando el cromatismo ocre característico en los pueblos de Castilla. Construcciones que ahora, en ocasiones, están sin uso y en creciente estado de abandono.
La nave, construida junta a una antigua era –de la que se conserva en parte el característico empedrado–, se sitúa en lo más alto de la ladera en la que se asienta la localidad de Castronuño. El núcleo urbano da la espalda al río y a sus laderas que, sin embargo, cuentan con unas espectaculares vistas al Parque Natural de las Riberas en las márgenes del río Duero. Un atractivo paisaje, húmedo y verde, un tanto alejado de la aridez de los campos castellanos. Las laderas están pobladas de almendros que contribuyen con su floración a crear un paisaje de belleza estacional.
Fotografía: © Luis Díaz Díaz
Se buscaba un lugar donde alojar y disfrutar una pequeña colección de cerámica popular –tinajas reunidas en los años 70– y disponer de espacio-taller donde los diferentes miembros de la familia pudieran realizar trabajos plásticos. Un espacio para el ocio activo, encuentros, comidas. Un lugar donde reflexionar o mirar al paisaje, sin demasiados condicionantes funcionales, versátil y abierto a la improvisación.
La intervención mantiene el volumen, la estructura y los huecos de la edificación, reconfigurándose ligeramente para abrir la nave al paisaje. Se sustituye la cubierta de fibrocemento por un panel sándwich que mejore el aislamiento, añadiendo un lucernario en la cumbrera a lo largo de toda la nave que inunda de luz el espacio. Se añade aislamiento al exterior, carpinterías de acero y se rediseñan las contraventanas, modulando ahora la luz y las vistas. Se mantienen las grandes puertas correderas, superponiendo un segundo plano, reduciendo el hueco en altura, adaptándolo al nuevo uso; así la entrada se configura como una superposición de escalas que alude a los usos sucesivos. Se añade un porche ligero de chapa perforada y ondulada, que aporta una nueva escala y permite un uso doméstico en la parte más soleada de la construcción. Todo ello se pinta en color ocre (RAL 1019) diluyendo la construcción en el perfil del pueblo y del entorno. El andamio que utilizó el pintor de la obra, se ha incorporado como mueble multiusos –litera, estantería, mesa, soporte de vegetación o andamio–. En el exterior se han plantado 12 granados.
Fotografía: © Luis Díaz Díaz
La propuesta entiende que el valor de estas construcciones está en su volumen, un lujo inherente a esta tipología, que se aprovecha para configurar un espacio unitario, con una mínima fragmentación del mismo; sacando partido a su posición privilegiada respecto al paisaje. La intervención mantiene el carácter de la nave, sin edulcorar el espacio interior. Hacia el exterior la nave se muestra como un volumen abstracto, cerrado, sin referencias a su uso. Solo cuando la nave esta habitada aparecen las ventanas, dando escala al volumen.
El proyecto recupera una construcción de escaso valor y permite disponer de un amplio espacio multifuncional, versátil y polivalente, con una inversión razonable en la compra del propio edificio y en su reconversión, contribuyendo a integrar el edificio en el lugar. Intervenciones como esta pueden ser una opción para que estas construcciones vacías en el medio rural tengan una nueva oportunidad, vinculadas a nuevos usos.
Fotografía: © Luis Díaz Díaz