Nos mira seductora desde la portada del número 27 de la revista “Cámara” , publicado en diciembre de 1943. Para aquel entonces ya había protagonizado una de las películas más sensibles y brillantes de la prometedora carrera de Rafael Gil, “Huella de luz”. Isabel de Pomés, heredera directa de la gloria del estrellato de su padre, el galán Félix de Pomés (Félix de Pomés Soler, Barcelona, 5-2-1893 – 17-7-1969), encarnó como nadie el ideal de la dulzura femenina, sin ceder por ello terreno al avance siempre acechante de la cursilería. ¡Adorable Isabel! Tenía en el fondo de su mirada y en el envés de su sonrisa ingenua una atrayente y sólida capa de inteligencia. ¡Divina Isabel! Tan dotada de hermosura como de fragilidad etérea, traslucía en sus delicados rasgos la raíz de una personalidad tan limpia y fresca, como sensata y prudente. ¡Espléndida Isabel! Criatura primorosa a la que el espectador sensible querría preservar de todo mal, y a cualquier precio. Con la carnalidad discreta y permisible, centrada en una boca apetitosa, Isabel de Pomés fue la heroína perfecta para títulos tan exitosos como “Botón de ancla” (Ramón Torrado, 1948) o “Marcelino, pan y vino” (Ladislao Vajda, 1955), tan memorables como la singular y genial “La torre de los siete jorobados” (Edgar Neville, 1944), tan
populares como “La culpa del otro” (film de Ignacio F. Iquino de 1942, del que hablamos en la entrada dedicada a Camino Garrigó) tan fascinantes como “Vida en sombras” (Lorenzo Llobet, 1948), tan certeros como “Amanecer en Puerta Oscura” (José María Forqué, 1956), film comentado aquí con ocasión de las entradas dedicadas a Valeriano Andrés, José Sepúlveda, Fernando Cebrián y Luis Peña .
Transformada por el “photo-soft” de la época en una suerte de cromático y luminoso dibujo animado, encontramos a Isabel en un programa de mano coleccionable de los que CIFESA, la productora que la tuvo bajo contrato durante los primeros años cuarenta, difundió como muestrario de su poderío estelar. Isabel de Pomés, fue en efecto, uno más de los rutilantes astros que conformaron la constelación de la productora valenciana, que trató, mientras pudo, de mantener viva y digna la comparación de su política de empresa con el modelo hollywoodiense. La imagen de Isabel de Pomés, nacida en Barcelona un 10 de abril de 1924, posee la magia fantástica de la primera juventud, esa en la que todo es nuevo y brillante, y el amor, la risa y la furia nacen a borbotones, de manantiales vírgenes.
![Recordando a Isabel de Pomés. Cuatro retratos. Recordando a Isabel de Pomés. Cuatro retratos.](http://m1.paperblog.com/i/20/204256/recordando-isabel-pomes-cuatro-retratos-L-3.jpeg)
El último retrato, expuesto que fue en la portada de la revista “Ondas”, en su número 92, publicado, como puede verse, el 1 de octubre de 1956, nos trae una Isabel de Pomés todavía joven, pero en la que su serena belleza ha ganado corporeidad y aplomo. Sus grandes ojos todavía destellan luces cegadoras, pero apartan la mirada, en lugar de buscar la nuestra. Ya no nos invita a soñar con su refugio, más parece aceptar incómoda el efecto hechicero que sabe nos produce. En el interior de la revista a la que Isabel prestó su
![Recordando a Isabel de Pomés. Cuatro retratos. Recordando a Isabel de Pomés. Cuatro retratos.](http://m1.paperblog.com/i/20/204256/recordando-isabel-pomes-cuatro-retratos-L-4.jpeg)
Isabel de Pomés nos dejó el 31 de mayo del 2007. Para entonces, su lozano esplendor juvenil era sólo un dulce y lejano recuerdo. Por otra parte, la pujanza de su carrera profesional, extinta con el final de la década de los cuarenta, dio paso a un dignísimo transcurso en los cincuenta y a un discreto jugueteo con la madurez en los sesenta, pero su embriagador encanto, inscrito de manera indeleble en tantas películas, sigue invariable y eterno entre nosotros hoy, como el primer día.